No tardó en llegar el famoso y tantas veces aclamado grito de guerra cuando su figura aparecía en la cancha. "Chi-la-vert, Chi-la-vert", tronó desde los cuatro costados del Amalfitani y él estaba ahí, gigante, pletórico ante su gente. Antes como futbolista, ahora como leyenda viviente. El ídolo guaraní ingresó al campo de juego y todo volvió a ser como en los tiempos de gloria eterna: el hincha fortinero le ofreció su lealtad absoluta.
El miércoles 23 de febrero se cumplirán 30 años de su arribo al Fortín. En "la Casa Blanca" como el propio Chila define a la Institución, registró 347 partidos jugados con 48 tantos convertidos: 270 encuentros por torneos locales, con 36 anotaciones, y 77 en compromisos internacionales con 12 goles. Campeón de todo y uno de los máximos responsables de que Vélez sea uno de los miembros del selecto grupo de equipos Campeones del Mundo.
Sergio Rapisarda y Diego González le entregaron una plaqueta alusiva a su fenomenal trayectoria. La misma dice: "En eterno agradecimiento por ser el símbolo de nuestras máximas proezas, y convertirse para siempre en una leyenda de nuestra rica historia". José Luis Chilavert agradeció el gesto profundamente. Tomó el micrófono y antes de recordarle a los hinchas cuánto los quiere, instó a todos a que apoyen a Mauricio Pellegrino y a sus dirigidos "porque son los mejores".
Repleto de amor dejó el verde césped y se dirigió a ver el partido desde un palco. Chilavert, siempre estará en el bronce fortinero, lo demuestra la estatua que engalana el Hall central y lo ratifica cualquier historia de Vélez que se pretenda escribir: en todas ellas estará, eternamente, entre sus máximos héroes.