Si hay algo que el fútbol demanda además de preparación y amor por lo que se hace, es constancia y paciencia. Nicolás Garayalde (21-7-1999, CABA), puede dar fe. Cuando el Flaco lo llamó para sustituir a Mancuello, en el tramo final de la goleada en el Monumental de Palmaseca , se le deben haber cruzado millones de imágenes por su mente y todas remiten al inicio de su máxima ilusión: jugar al fútbol. Pero claro, los costos para solventar ese anhelo son elevados, porque doblegar esfuerzos no es para cualquiera. Y Gara lo sabe muy bien.
Este volante diestro, de muy buen pie y cerebral en sus decisiones, cursó toda su graduación educativa y futbolística en el Club. Desde la exigencia del Instituto Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield, hasta empezar a patear una pelota en la fecunda cuna que es el Fútbol Infantil. Como tantos pibes, tuvo que esperar que el desarrollo físico lo acompañara para sumar minutos en Juveniles. Abajo se forjó en una Categoría multicampeona en Infantiles que ya mostró distintos exponentes en Primera: Maxi Romero fue el primero en 2016, luego Francisco Ortega y Nazareno Bazán (ambos en 2017), y la última semana Marcos Enrique, quien justamente fue uno de sus máximos competidores en el puesto.
El nacido en Capital Federal y residente desde pequeño a metros de la Plaza Santojanni, empezó a consolidar sus virtudes en el momento que hay que hacerlo, sobre todo: de Sexta División para adelante. Con edad de Cuarta, debutó en Reserva el 6 de noviembre de 2017, ante Unión en la Villa Olímpica. Desde ahí empezó a alternar en Juveniles y Reserva, superando los 40 partidos y marcando 4 goles.
Siempre cabeza levantada y pelota al piso. Con certera capacidad para habilitar a sus compañeros, Gara fue dejando atrás a aquel volante central de quite y juego prolijo, para volverse un jugador más completo, moviéndose como mediocampista interno y muchas veces en el rol de enganche.
Llegaron las pretemporadas con Primera, el corte de pelo para rubricar el bautismo de entrenar con el primer equipo, pasaron los entrenadores y las oportunidades para otros compañeros. Nico nunca dejó de confiar, incluso cuando la esperanza no siempre asomaba en el horizonte. Esperó y tuvo su chance anoche de la mano de Mauricio Pellegrino, siendo así el quinto juvenil que se presenta de la mano del Flaco, junto a Monzón, Cáseres, Enrique y Borgogno.
En su puñado de minutos en Cali aportó seguridad en el traslado y recibió un patadón de José Enamorado que le valió la expulsión al jugador colombiano. Nicolás se levantó, siguió jugando y pidiendo la pelota. En definitiva, la virtud que cultivó desde chico y hoy lo lleva a saborear las mieles de la máxima categoría. No por llegar después que varios, tiene menos para ofrecer. A veces la madurez no va de la mano con las oportunidades. Así en el fútbol como en la vida.
Paciencia y constancia, son las credenciales de este joven de 21 años que hace rato sabe muy bien lo que quiere.