Cultura

EL GATO QUE NO TENÍA CORAZÓN

ndimos un nuevo cuento que ha participado del Concurso Literario organizado por el Departamento de Cultura y volvemos a saludar a los autores que premiados o no, han jerarquizado esta actividad. Hoy compartimos ? EL GATO QUE NO TENÍA CORAZÓN ?, de Lourdes Anabela Vázquez.

Difundimos un nuevo cuento que ha participado del Concurso Literario organizado por el Departamento de Cultura y volvemos a saludar a los autores que premiados o no, han jerarquizado esta actividad.


Hoy compartimos “ EL GATO QUE NO TENÍA CORAZÓN ”

Autora: Lourdes Anabela Vázquez.

Seudónimo: Porota

Había una vez al revés, un gato color té con leche. Este gato tenía muchos bigotes, dos orejas peludas, una boca llena de dientes blancos y una lengua que parecía una alfombra áspera.

Tenía un par de ojos grandotes y cuatro patas cortas y gorditas. También, una cola larga larga, que usaba para rascarse la nariz de vez en cuando.

El gato, dormía muy tranquilo en el cantero de la cancha de Vélez Sarsfield, en el hermoso barrio de Liniers.

Había otros gatos amigos del barrio. Incluso charlaba con algunos gatos de Haedo. Ellos siempre comían panchos y mandarinas de postre. Jugaban en los árboles cuando nadie los veía, asustando a los humanos que pasaban distraídos o haciéndoles burla a los perros, que paseaban a sus humanos con las correas de colores.

El gato, se despertó un domingo con el sol de la mañana. Se peinó y se lavó la cara con sus patas,  después tendió su cama en las flores del cantero, porque era muy prolijo y ordenado.

Como los domingos los chicos no iban a la escuela del club Fortinero, el gato se aburría mucho...Porque a él le gustaba mucho jugar con las correas de las mochilas, pero más le gustaban las tutucas y las garrapiñadas que los chicos tenían para los recreos.

Como estaba aburrido, el gato esperó a que el semáforo se ponga rojo de vergüenza y cruzó la calle  Juan B. Justo, pero después se arrepintió, pegó la vuelta y se dirigió a la casa del señor “Cayetano” un humano vecino del barrio,  para ver a su  amigo, el gato gris que vivía en la iglesia. (Aprovechando que la casa del humano estaba tranquila) Porque parecía que él tenía muchos amigos para jugar y como a veces no entraban todos en la casa hacían fila en la vereda, esperando para entrar. El gato pensaba: ¡Cuántos juguetes, pescado y leche tendrá este humano para invitar a todos los amigos a la casa!

Llegó a la iglesia y después de que los dos felinos charlaron cosas de gatos. El gato de la iglesia asustado por el ruido de una moto dijo: -¡Hay creo que me duele el corazón!- (Tocándose el pecho con la pata izquierda)

-¿Corazón? ¿Y eso qué es?- Preguntó el gato color té con leche mientras se rascaba una oreja con su cola.

-¿No sabés lo que es un corazón?- Preguntó el gato de la iglesia, sorprendido.

-No, no sé qué será eso- contestó.

-Vení que te muestro- Dijo el gato de la iglesia, mientras sacudía su melena rayada y gris. Agarró un palito y en la tierra dibujó un corazón.

-Esto es un corazón, todos tenemos uno. Eso lo aprendí de mi humano, el que vive acá en la iglesia. Comentó el gato.

-¡Mirá vos! ¿Dónde puedo conseguir un corazón?- Preguntó el gato de color té con leche moviendo su cola.

-La verdad, no tengo idea- Contestó el gato amigo.

Y así fue, los dos se saludaron sacudiendo sus bigotes y el gato sin corazón siguió su camino.

Caminando caminando por la Avenida Rivadavia, llegó a la panadería, para comprar un corazón de miga. Pero al salir, las palomas lo vieron y se lo comieron todo a picotazos. Daban vueltas como un remolino de picos y alas. El pobre gato color té con leche quedó sin corazón y muy asustado.

Caminando caminando, el gato llegó a la verdulería, y ahí se compró un corazón de lechuga. Pero como hacía mucho calor, era de esperarse, la lechuga se marchitó.

Entonces, el gato que otra vez no tenía corazón, estaba cansado porque el sol estaba contento. Fue al kiosco, para comprar una gaseosa de lima limón, porque esa era la que más le gustaba.

Cuando entró al kiosco, el gato vio un montón de bombones en una caja dorada. Los bombones eran de dulce de leche y pasas cubiertas de chocolate, con forma de corazón.

El gato se compró dos bombones. Uno para el camino y al que iba a usar de corazón lo guardó en su bolsillo, (Porque ya tenía sus patas ocupadas con la gaseosa y las monedas de vuelto).

Al otro bombón, le sacó el papel dorado y se lo comió en el camino. Tiró el papel en el cesto de basura y se sonrió al ver su reflejo en el vidrio del kiosco.

Y así el gato caminó y caminó por Avenida Rivadavia, mirando vidrieras y tomando su gaseosa.

Ya había pasado más de una hora cuando el gato se acordó del bombón de chocolate que tenía guardado en el bolsillo. Era tarde porque el sol lo había derretido todo.

Muy cansado, el gato fue a buscar un corazón a la carpintería, allá por la calle Ramón Falcón, porque el gato necesitaba un corazón.

Y así fue, el carpintero cortó y lijó, para hacer un corazón de madera. Pero un pájaro carpintero que estaba espiando al gato desde un cable de alumbrado, vio el corazón y quiso llevárselo en el pico, entonces lo corrió y a los picotazos se lo sacó.

Al gato le dio mucha tristeza porque el corazón de madera que el carpintero le había fabricado le gustaba mucho, encima para colmo, ya había cerrado el taller.

Faltaba poco para que empiece el partido “Vélez-Chicago” y el barrio se cubría de azul y blanco, en los jardines, las ventanas, los autos y hasta el señor que picaba los boletos en la estación de tren estaba feliz, cantaba y sonreía junto con la hinchada. Tal era su alegría, que dejaba pasar a las banderas que se movían de un lado para otro en un remolino de papelitos de colores.

Caminando caminando, el gato llegó a la vidriería y dijo: -¡ahora sí! ¡El pájaro no va a poder llevarse el corazón de vidrio que me voy a comprar!-

Así el gato se compró un corazón de vidrio, transparente, hermoso y muy brillante. Pero jugando a “Pisa línea pierde” Con su propia sombra en las baldosas de la vereda, sin querer se le cayó.

El gato quedó muy triste sentado en la vereda, los ojitos humedecidos y la nariz marrón olfateaba el piso mirando su corazón roto, mientras se rascaba la cabeza con su cola larga y peluda. Callado con la mirada al piso volvió despacito por la vereda hasta la cancha del Fortín.  El sol ya empezaba a esconderse, despacito.

El partido había terminado y la gente se iba cantando a casa, por el gol único del maestro “Chila” desde media cancha. Ya había llegado la hora de dormir para los gatos de Argentina.

Este gato estaba triste, porque sus amigos se iban a reír de él. Todos tenían un corazón y el no, además ese día en particular se sentía muy triste y solo.

Agarró algunas estrellas brillantes del cielo, igualitas a las de la camiseta Fortinera y se tapó, enroscado en su camita en las flores del cantero, y se durmió.

Al rato, una mano que lo acariciaba dulcemente, lo despertó. Como el gato era dormilón y regordete, despacio, despacito se fue despertando... Abrió sus ojos grandes y moviendo los bigotes olfateó con su nariz húmeda y marrón.

Era la mano de una humana que paseaba sola por el estacionamiento. (Ella esperaba al esposo que hablaba con otro humano.) Fue así que ella le preguntó al guardia si el gato tenía dueño. El guardia le dijo que hacía un tiempo el gato vivía ahí, solo, porque lo habían dejado en una caja, y como él  tenía dos perros no podía llevarlo a su casa, entonces le daba comida y leche.

La señora metió al gato en su saco y se lo llevó a su casa. Al llegar, le preparó un platito con leche tibia y rica. Después lo acunó sobre sus piernas.

Como el gato no tenía nombre, la señora  y su marido bautizaron al rechoncho “Malfi” (Por el “Amalfitani”)

Malfi, el gato de color té con leche por fin tenía una casa calentita. La lluvia ya no iba a mojarlo de noche, como cuando dormía en el cantero.

Malfi estaba muy contento, y de repente empezó a escuchar un ruido en su pecho. Ese ruidito  era como cuando la pelota acaricia la red el arco visitante...vibraba de felicidad...

Ahora por fin, el gato color té con leche estaba completo. Tenía dos orejas peludas, muchos bigotes, una cola larga larga y cuatro patas regordetas. También tenía un par de ojos grandotes y una boca llena de dientes con una lengua áspera como una alfombra. Y lo más importante, tenía un corazón hecho de amor verdadero.

Ahora por fin, malfi el gato color té con leche tenía corazón. La señora que lo adoptó, al adoptarlo le regaló uno nuevo nuevito, seguro azul y blanco, igual al de ella y al de su marido.