Vitalicios
Símbolo del alambrado
Cuenta la historia, que una familia, proveniente de Entre Ríos, llegó a Buenos Aires en la década del 40 en búsqueda de un futuro, con el afán de construir, y seguir creciendo, lleno de ilusiones y caminos por descubrir. También dice la historia que en esa familia hubo un hijo, que con su idea, varios años más tarde, consagró lo que sería un símbolo del alambrado de la popular. En esta sección, llamada: "Forjadores de Historias", le damos la bienvenida a Carlos Martínez Acosta, socio vitalicio de nuestro club.
Al llegar a Bs As, su familia tuvo como primer destino el barrio de Constitución, para luego transitar por Mataderos, hasta instalarse definitivamente en el barrio de Villa Luro, específicamente en la calle Atahualpa al 1200.
Su padre, Ángel, recién incorporado al nuevo barrio se vio fascinado por los 2 clubes más cercanos. Por aquel entonces, los sábados iba a ver a All Boys, y los domingos a Vélez, camiseta de la cual se enamoró con el paso del tiempo. Al estar en distintas categorías, nunca tuvo que decidir por ninguno de los dos, y por lo tanto, jamás fue un impedimento para él. Dato no menor que nos comenta Carlos, es que por aquellos días, las rivales no eran tales, y el respeto, en cambio, era moneda corriente.

A Carlos, de chico, le gustaba pasar el tiempo con su padre, y él sí definió en su corazón rápidamente cuales iban a ser los colores que lo acompañarían por el resto de su vida. Tanto que realizó la primaria y la secundaria en el barrio del equipo de sus amores. Transcurrieron los años, y Carlos fue padre de dos. Si se quiere, como una especie de legado, buscó unir para siempre a sus hijos, a Vélez y a él.
Por ello, se le ocurrió cruzar a nuestro Fortín, con uno de los personajes de historietas más grandes de la historia argentina, el Indio Patoruzú. En su casa, y con ayuda de los suyos, plasmó en una tela lo que sería un símbolo, una insignia, un emblema de nuestra historia, de nuestro barrio y nuestro Club. Su idea, su bandera, forma parte del ADN del mundo Vélez; no hay persona que haya pasado por la popular que no conozca esta bandera.
Viajó a todos lados, estuvo presente en cada rincón del país y del mundo donde El Fortín jugó en la gran década del 90. Hoy, ya reliquia, es un gran tesoro, que conserva Rodrigo, uno de sus hijos, junto a Joaquín, nieto de Carlos y cuarta generación fortinera.
"Mi deseo, es que la bandera pueda estar colgada una vez más en la cancha. Y cuando yo ya no esté, mi hijo decidirá su futuro. Siempre será nuestra bandera y siempre estará ligada a Vélez y a mi familia".

¡Que tu deseo vuelva a estar atado nuevamente al alambrado del José Amalfitani!
Muchas gracias por contarnos la historia de tu bandera, Carlos.