Vélez Magazine

Salir de Pobres

Este espacio revisionista detiene su marcha en la temporada 1968, un año caro (querido) para los hinchas velezanos. Las estructuradas crónicas sobre el pasado suelen detenerse en un repaso superficial de episodios y efemérides con el propósito de situar al lector en época. El Gran Gabo Martínez nos sumerge en los vericuetos de la historia contada para hacerla única y especial de nuestro primer título.

Giúdice estudió los pros y contras del plantel y consideró imprescindible la incorporación de dos wines, uno por cada banda, para alimentar a los jóvenes centrodelanteros que mostraban un insaciable apetito goleador, Omar Wehbe y Carlos Bianchi.

Este espacio revisionista detiene su marcha en la temporada 1968, un año caro (querido) para los hinchas velezanos. Las estructuradas crónicas sobre el pasado suelen detenerse en un repaso superficial de episodios y efemérides con el propósito de situar al lector en época. En 1968 nacieron, entre otros, Davor Suker, Cris Miró, Will Smith, Ciro (ex  Los Piojos), Adrián Suar, Celine Dion, Paolo Maldini, Chayanne, Alejandro Sanz, Gloria Trevi (se infiltró un cachivache) y Alejandra (mi hermana menor).

 

Nixon es electo presidente norteamericano. Son asesinados Robert Kennedy (un político) y Martin Luther King (un luchador por los derechos raciales). Se prolonga la infame Guerra de Vietnam; se desarrolla la revolución universitaria denominada Mayo Francés; se enciende la antorcha de los Juegos Olímpicos de México y el médico sudafricano Christian Barnard efectiviza un segundo y revolucionario trasplante coronario. Se crean bandas de rock clásicas como Led Zeppelin, Black Sabbath, Yes y Deep Purple. El rating de la TV criolla, en blanco y negro, lo encabezan-según la medidora oficial-Sábados Circulares, El Circo de Marrone, el Topo Gigio, Telenoche y Cacho Fontana con su Odol Pregunta. Mirtha decide no cocinar en su departamento (le molesta el humo de los churrascos) y almorzar cotidianamente en la caja boba. En México se inauguran las emisiones del mítico envío ?En familia con Chabelo? (una boludez choreada de Wikipedia que agrega renglones a la reseña).

 

El deporte argentino unge  a Estudiantes como Campeón de América e Intercontinental; Nicolino Locche ofrece una clase boxística ante Paul Fuji en Tokio y se ciñe la faja mundial de los livianos; y San Lorenzo se adjudica el Metropolitano. Otro dato: 1968 fue un año bisiesto.

Todas estas pelotudeces enumeradas le importan a nadie. El único acontecimiento relevante, sobresaliente, que cambió el curso del mundo y alteró el bucólico andar de la humanidad se vivió el domingo 29 de diciembre. Ese día los astros se alinearon, Dios descendió al planeta terrícola para mezclarse con sus feligreses, hizo flotar su aura divina sobre el Amalfitani e impartió su bendición. El 29 de diciembre Vélez dio su primera vuelta olímpica en competiciones vernáculas.

Los próceres de aquella epopeya inolvidable se subordinaron a un director?.

Manuel Giúdice nació en Córdoba el 15 de julio de 1918 y falleció el 27 de junio de 1983. Discreto mediocampista, el Colorado, tal su apodo, vistió las casacas de Huracán, River, Platense y Deportivo Cali, entidad en cuyos camarines dejó colgados los botines para abocarse al oficio de entrenador.

 

Debutó como técnico en Nueva Chicago y siguió despuntando el vicio en Atlanta, Rosario Central, Atlético Tucumán, San Lorenzo y Huracán, aunque sus pergaminos trascendentes los logró en los Diablos de Avellaneda. Al comando de los rojos el Colorado se coronó en los Torneos del 63 y en el Metro 70, y alcanzó prestigio internacional con dos Copas Libertadores (1964 y 1965). Emigró a territorio incaico en 1967 para adiestrar a las milicias de Defensor Lima y Vélez lo repatrió al año siguiente ya que su curriculum acreditaba los requisitos pretendidos: seriedad, responsabilidad y laureles humeantes.

 

Giúdice estudió los pros y contras del plantel y consideró imprescindible la incorporación de dos wines, uno por cada banda, para alimentar a los jóvenes centrodelanteros que mostraban un insaciable apetito goleador, Omar Wehbe y Carlos Bianchi. Atento a la sugerencia de Santos Ovejero se enroló en la troupe velezana  su coterráneo mendocino, el extremo izquierdo Mario Nogara, poco dúctil con el balón pero de gran ida y vuelta y resolutivo en el área. Aconsejados por Pichino Carone se sumó al grupo José Luis Luna, un puntero tradicional con desborde venenoso, para muchos el mejor de nuestra historia en esa posición.

 

Configurado con una base consolidada, con tipos experimentados y jóvenes con futuro, Vélez disputó un Metropolitano con pasajes de muy buen fútbol y concluyó el certamen al tope de la tabla en el Grupo ?B? con 32 unidades, producto de 12 triunfos, 6 empates y  2 derrotas. Esta ubicación privilegiada le otorgó el acceso a una de las semifinales frente al Pincha de Osvaldo Zubeldía. El partido, áspero y nivelado, se jugó en cancha de Racing. Una distracción de Néstor Sinatra fue usufructuada por Juan Ramón Verón quien abrió la cuenta en el colofón de la primera etapa y pese al empuje ofensivo del equipo no se pudo torcer el marcador y se frustró el pase a la instancia decisiva del torneo.

 

El Nacional comenzó el 8 de septiembre. Los directivos desistieron de adicionar refuerzos en consenso con los deseos del entrenador, esperanzados, al igual que socios y simpatizantes, de poder realizar una campaña de similar alcance a la del Metro y soñar con la ?utópica?, hasta ese entonces, viabilidad de atrapar el título, objetivo que se negaba desde la fundación del Club en 1910.

 

La odisea del Nacional arrancó con conflictos. Willington, Marín, Wehbe, Ovejero y Carone no estaban en las preferencias del  técnico quien los marginó en las jornadas iniciales. El segmento inicial avivó la ilusión. Con criterio, orden y potencia atacante los once de Gíudice vapulearon por 3 a 1 a San Martin en Tucumán y a Belgrano de CBA en Villa Luro. A pesar de los óptimos resultados  el DT, cuestionado en la lupa popular,  cedió ante el reclamo generalizado y convocó a Daniel Willington para afrontar el choque de la tercera jornada ante San Lorenzo.  Vélez cayó 2 a 1 en rodeo ajeno y el famoso cordobés  marcó el descuento de penal, su única prestación efectiva en el encuentro dentro de una producción personal horrible. El fracaso de Daniel pareció darle la derecha al Colorado quien, carente de pulgas, confinó al glamoroso futbolista a la plantilla de reserva.

 

Al cumplirse el noveno capítulo del Torneo, los conducidos por Don Manuel juntaban 12 porotos, saldo de 5 triunfos(los mencionados, Central, Lanús y Estudiantes), 2 pardas (Los Andes y Racing) y dos reveses (Boca y San Lorenzo) y se estabilizaban en el segundo pelotón de la tabla al acecho de los líderes, Racing y River.

 

En el afán de provocar un envión anímico dentro y fuera del césped, con el objetivo de nutrir al elenco de creatividad y desequilibrio, y harto de que le rompieran los huevos demandando su inclusión entre los titulares, Giúdice volanteó en busca de aire fresco, determinó amnistiar, rescatar de las gateras a Willington (su ausencia tenía mayor peso que una presencia desdibujada) y el 10 de noviembre el Divo se calzó la casaca con el dorsal 10 y reapareció en primera división en el marco de un enfrentamiento ante River Plate. El talentoso de linaje inglés la descosió, dictó cátedra y manejó los hilos de la escuadra que batió a los Millonarios 2 a 1 con anotaciones de Wehbe y Solórzano. Su sobresaliente rendimiento provocó una forzada tregua con el coach y afianzó su vinculación umbilical con la gente. El genio estaba de vuelta y con él todo era posible.

 

Una semana duró la alegría. Los Sabaleros nos apedrearon en el Cementerio por 3 a 1 y nos propinaron un golpe de nocaut, capaz de enterrar el sueño de campeonato a solo cuatro escalones de su finalización.

 

Sin embargo el equipo no bajó los brazos ante el duro tropezón, por el contrario, retempló el ánimo. En el Cilindro destrozó a Independiente por  5 a 2 con una conquista de Willington y dobletes de Wehbe y Nogara, y el triunfo lo apuntaló como un incómodo perseguidor para los de arriba.

 

Acá es el momento para plantear un parate en el texto. En toda ruta rumbo a un éxito es necesaria la liga, y el azar, indómito,  se acomodó de nuestro lado en las postreras tres fechas. El 1° de diciembre visitó nuestra casa Huracán de Bahía Blanca (siempre un Huracán en nuestro destino), un team integrado por jugadores semi aficionados que hacía su primera incursión en la máxima categoría. Cuando el juez Luis Pestarino pitó el cierre de la parte inicial, el arquero bahiense Tazara había buscado ocho veces el balón al fondo de la red. El score que decoró el cotejo fue 11 a 0 (5 de Wehbe, 4 de Luna, Solórzano y Bianchi), la goleada más abultada del Fortín en el profesionalismo y decisiva para el tramo crucial del Nacional.

 

En la fecha 14 (penúltima) la suerte volvió a sonreírnos. Las huestes del  Colorado se sacaron de encima a Independiente Rivadavia en Mendoza por 1 a 0 (Wehbe) y entre los puntos perdidos por River, y el traspié del puntero Racing (si ganaba era campeón) frente a los sabaleros en el Brigadier López por 4 a 2, Vélez se afianzó como escolta, robusteció sus chances y llegó a la jornada final aferrado a mínima oportunidad.

 

Voy a esclarecer el panorama: En la última fecha Racing y River punteaban con 21 unidades y debían cruzarse en Avellaneda. Vélez era local ante Huracán de Parque Patricios (siempre un Huracán en nuestro destino). La cuenta era sencilla: Una victoria de Académicos o Riverplatenses saboteaba todas las aspiraciones, amén, los de la V azulada estaban obligados a vencer a los quemeros. Difícil, muy difícil, para los matemáticos un magro porcentaje de posibilidades.

Pero el fútbol no es una ciencia exacta. La tarde del 15 de diciembre Liniers se autoevacuó en el Amalfitani. En la semana, creyentes y no tanto, se encomendaron a sus Dioses y rezaron por el milagro. Los Dioses, conscientes de lo complejo de la situación pero aleccionados por la irreprochable conducta de dirigentes y jugadores durante décadas sin desenlaces dichosos, decidieron enviar al vecindario a uno de sus discípulos de mayor predicamento para darnos una mano. Desde el reino celestial descendió al llano el siempre necesario ?San Ojete?. Los hinchas agotaron el stock de pilas para alimentar las ?Spikas? portátiles que iban a ser las protagonistas del evento. Doña Chola, una jovata ilustre del barrio y fanática desde niña, se cargó al hombro la radio a válvulas, se compró un alargue de 80 mts  y aprovechó los nervios y el descuido generado por la coyuntura para enchufar el aparato en uno de los tomacorrientes del Salón Bajo Oeste. Al minuto de juego los relatores  Muñoz, Ortega Moreno y Yiyo Arangio soltaron el primer grito en Avellaneda.  Gol de Racing, festejo de Alfio Basile, el cetro a un paso de instalarse en las vitrinas blanquicelestes y el optimismo que se esfuma. En el patio de casa los elegidos por Giúdice cumplen con su parte. Solórzano a los 15´y Nogara a los 29´ liquidan rápido el trámite ante un Globo flojito y sentenciado a un papel secundario en la opereta vespertina. Relajados en el terreno, los jugadores de Vélez solo esperaban que corriera el reloj. Las stars eran las radios. Transcurría un cuarto de hora del complemento en el Cilindro y a la distancia, en Liniers, se pegó un estruendoso alarido. Daniel Onega empataba el pleito y Vélez entraba por un tubo al triangular desempate. Faltaban 30 minutos de suspenso para la consumación  del milagro. En la agonía del match Onega paralizó los corazones y alzó los huevos hasta la garganta de todos los presentes en el Teatro Colón de los Estadios. Un disparo del hermano de Ermindo impactó en ambos postes y la pelota  fue despejada por un defensor racinguista y soplada, para alejarla de la meta, por nuestro aliado San Ojete. El árbitro Veiró señaló el centro del campo en el Pte Perón y el Amalfitani explotó en un aliento ensordecedor. Vélez se apropiaba del llavero del portón a la gloria.

 

Un detalle de color: Una hora después de finiquitado el cotejo, Chola bajó al Salón Bajo Oeste a desenchufar su ?Standard Electric? a válvulas. Un empleado de mantenimiento la esperaba con una factura elaborada por la compañía Ítalo con el proporcional consumido en energía eléctrica durante los 90 minutos de juego. Chola retornó a su hogar pletórica de felicidad pero sin una moneda en la cartera. Así se amarrocaba el mango en la gestión de Don Pepe.

 

Leonardo Pareja, delfín de un José Amalfitani con su salud debilitada, representó al Club en las negociaciones para fijar estadio y fechas en las cuales se desarrollaría el novedoso triangular. Se optó por el Gasómetro, tras una ardua controversia, como escenario para la realización de los tres encuentros a llevarse a cabo el 19, el 22 y el 29 de diciembre.

 

En horas previas al pistoletazo de largada del mini-torneo, los futbolistas, apoyados en la ventajosa circunstancia de acariciar el cielo, ?extorsionaron? a la CD con la solicitud de un dinero extra por la hipotética conquista del Campeonato. Desconocían, quizás, la novela de la Chola y su radio a válvulas. Pareja consultó a sus pares e interrogó a un Don Pepe enfermo pero lúcido, quien contestó sin titubear ?No hay problema. Juega la tercera?. El Tucán López (tucán por el tamaño de la napia) narra una leyenda, tomada como real, sobre aquel  bochornoso culebrón de los jugadores y resume la resolución del conflicto: ?Un puñado de hinchas caracterizados, egresados de las aulas de la Universidad de Buenos Aires, con postgrados en Harvard, diplomados en modales con la condesa Eugenia de Chikoff, peripuestos con maletines de yuppies y ataviados con traje y corbata-pilchas compradas en el prestigioso comercio ?El Clásico? emplazado en Rivadavia y Gral. Paz- se acercó a los referentes del plantel y les informó en tono cordial y ameno sobre las ventajas, y desventajas, en caso de no presentarse a jugar el triangular?.  Según Tucán uno de los socios se paró frente a uno de los caciques y le previno con argumentos concretos ?¿Para qué quieren la guita? Dólares se pueden comprar solo en el mercado negro y a 10 pesos; los autos de alta gama van a tener mayor carga impositiva y por mayores ingresos les van a hacer un gran descuento por ganancias. Quédense en el molde y déjense de embromar? manifestó el universitario con acierto. Tucán López agrega, versión poco creíble en un país donde el respeto por el prójimo es palabra santa y las apretadas y el autoritarismo son comportamientos infrecuentes,  que el puñado de muchachos seguidores del Fortín contaba con una oveja descarriada que, con los ojos inyectados de placas hemáticas hizo alarde de un lenguaje soez en el diálogo con los futbolistas amotinados ?Miren, la cosa es así?, expuso con suavidad.  ?Si Uds. no juegan, el 31 de diciembre dentro del pan dulce en lugar de nueces y frutas secas van a morder cartuchos de dinamita, y el turrón, en vez de maní, va a estar condimentado con explosivo C4. La decisión es vuestra, Señores. Uds. eligen. Elijan bien? y dio por terminado su monólogo. Parece una fábula. Presumo que es falaz. En Argentina jamás, pero jamás, ocurrió, ni ocurrirá, un hecho de esta magnitud, largamente repudiable.

 

El ?correctivo? de los simpatizantes para con los ?desubicaditos? y el irrevocable dictamen de Amalfitani, convencieron a los players de que lo mejor (por el bien de la Institución y de sus propias integridades físicas) era defender la camiseta de la mejor manera y renunciar al anhelo de un incentivo.

 

Vélez concentró en el predio de Luz y Fuerza a la espera de los partidos. El ánimo del plantel estaba por las nubes. El funcionamiento del equipo tocaba el techo de su rendimiento. Marín era un garantía en el arco, Gallo y Atela recitaban de memoria el libreto de los laterales(primero marco, después me proyecto); Ovejero era un portento de potencia física en la zaga; Zóttola era la elegancia y el caudillismo, Ríos y Solórzano eran los Forrest Gump de la mitad de la cancha; Daniel era el maestro de ceremonias, el pase justo, la habilitación precisa, el talento individual al servicio de lo colectivo; Wehbe y Bianchi eran la eficacia y la contundencia; los extremos Nogara y Luna los abastecedores de los artilleros. El resto, los habituales relevos, acompañaban con suficiencia.

El 19 de diciembre empezaron las batallas. River con goles de Dominichi y Pinino Más venció a la Academia y lo dejó fuera de la lucha. Ante igualdad de puntos, por reglamento, la diferencia de gol obtenida por Vélez en la fase regular (+ 25) era un plus determinante.

 

El 22 de diciembre Liniers y Núñez se mudaron a Boedo. Hijos, padres, abuelos, tíos, sobrinos, padrinos, gente en silla de ruedas, sordos, ciegos y mudos colmaron (se vendieron 36.000 entradas) el Viejo Gasómetro. Si River ganaba era campeón tras once años de sequía.  Vélez formó con Marín; Gallo, Ovejero, Zóttola, Atela; Moreyra (Ríos fue expulsado ante Huracán), Solórzano y Willington; Luna, Wehbe y Nogara. A los once minutos los tablones de la popular que daba espaldas a la Avda. La Plata temblaron. Luna ejecutó un tiro libre en forma de centro desde la izquierda, el esférico describió una rara parábola y se le coló en el segundo palo a un sorprendido Gironacci (gracias San Ojete). 1 a 0. Explosión de júbilo en las gradas fortineras. A los 35´Daniel Onega pescó un rebote en el área, sometió a Marín y equilibró el duelo. El complemento fue un cúmulo de nervios. Desarrollo parejo y un par de oportunidades desperdiciadas por cada bando. Queda como anécdota aquella ?supuesta? mano penal de Gallo que ignoró el referí Guillermo Nimo. Hay una fotografía fuera de foco de ?El Gráfico?- inservible como prueba- y no existen testimonios fílmicos de calidad. Los reyes del cacareo lloran aquel ?supuesto? error desde hace 45 años. Tienen memoria selectiva. No recuerdan con similar énfasis el codazo de Passarella al Negro González, el desastroso arbitraje de Castrilli por Copa Libertadores en el 95, el despojo de 1953 o el inventado gol de Sorín en el Monumental. Un consejo: La góndola de toallas femeninas y pañuelos descartables del hipermercado de capitales franceses ubicado en Avda. La Plata al 1500 es, según mi espíritu agrimensor, el preciso lugar donde se desarrolló la discutida maniobra. El santuario ideal para continuar derramando lágrimas.

 

El 29 de diciembre de 1968, otra vez Liniers, Villa Luro, Versailles, Floresta, Mataderos, hijos, padres, abuelos, tíos, padrinos, nonos y nonas en silla de ruedas, los sordos, los ciegos y los mudos vaciaron de entradas las boleterías de Ticketek para copar las gradas de la tribuna apoyada sobre el asfalto de la calle Las Casas. Manuel Giúdice repitió los apellidos del cruce frente a River y metió una modificación en el entretiempo, el pujante Bianchi reemplazó a Mario Nogara.

Vélez ejerció una superioridad abrumadora sobre un Racing desconcertado y sin chances de coronación. La promesa-profecía de Willington al infiltrado por lesión Omar Wehbe (distanciados por incompatibilidad de caracteres) ?Te voy a dar tres pases y vas a meter tres goles? se hizo realidad. A los 3 minutos Moreyra, el sustituto de Ríos, el de Morón, madrugó a la defensa rival y con un zurdazo rasante desató la locura y sacudió las gargantas del público fortinero. Maschio empardó el pleito a los 23´y ensombreció un rato la tórrida tarde. En el segundo tiempo Willington tomó el centro de la escena y se adueñó de la fiesta. Combinación de Daniel con Bianchi, asistencia del Cordobés, cabezazo del Turco y 2 a 1 a los 9 minutos. Apilada del 10, toque corto, media vuelta de Wehbe y a los 36´ Vélez amplía la ventaja, 3 a 1. Descuenta Martinoli a falta de 120 segundos y genera zozobra. Otra vez Willington, imparable, despeja los fantasmas. Entra al área, lo derriba Perfumo, el juez Álvarez sanciona la infracción y Omar Wehbe se disfraza de héroe, se apropia del botín de oro del torneo (13 goles) y decreta el definitivo 4 a 2 en el suspiro postrero. Silbatazo de Jorge Álvarez. Estruendosa euforia. Game Over. Vélez Campeón. 

El hincha velezano invade la gramilla del Gasómetro y lleva en andas a sus ídolos mientras gira y gira dando la muy ansiada vuelta olímpica. Los remolones que permanecen en la tribuna saltan, bailan y corean el hit del momento ?Papá Noel, papá/Papá Noel/ dejó este campeonato/ en el barrio de Liniers?. Aún perforado el hígado por la sidra, el lechón y la ensalada rusa navideña, y en vísperas del mejor fin de año de sus vidas, la muchedumbre peregrina en caravana por Rivadavia con gorros, banderas, vinchas y camisetas para extender la celebración en el Amalfitani, se detiene en la casa de Don Pepe a quien le dedican el título, se zambulle en la pileta olímpica y prolonga la fiesta hasta la madrugada sobre el verde césped de la cancha.

 

Hace 45 años Vélez se consagró por primera vez campeón del balompié nacional, quebró la hegemonía triunfal de los cinco ?grandes? y pintó de azul y blanco las páginas de la bibliografía del fútbol Argentino.

 

Hace 45 años un Vélez  social, cultural y estructuralmente rico abandonó la pobreza deportiva. Salió de pobre. Los capitaneados por Daniel Willington le insuflaron a la institución una prosapia ganadora que perdura y filetearon con trazo fino la primera de las quince estrellas que hoy ornamentan el firmamento futbolístico velezano. Deuda saldada.

 

Gracias y salud, CAMPEONES.

 

Gabriel Martínez