Esta
página de la que dispongo, ganada a fuerza de dedos gastados sobre un
teclado, miles de caracteres y lecturas de bibliografía partidaria, me
habilita para continuar con este juego asociativo entre apellidos y
oficios. Con un agregado? me sirve para autopotenciar una faceta ?ladri?
desconocida.
Escondidos
en los laberínticos listados de deportistas velezanos, la azarosa
ruleta de la providencia hoy frenó la bola en los quinteros, los
escuderos y el centurión. La yapa, el descolgado, se llama Eduardo
Emilio Delgado.
Quintero s.m. 1- Arrendatario de una finca, que vive en ella y que se ocupa de cultivar sus terrenos.
Así
como existió la Brasilmanía en los 60 y 70, corporizada en los ejemplos
de Eduardo, Kaneko, Filpo Nuñes y Jim Lopes (estos dos últimos
seudobrasucas), o la propensión a contratar futbolistas de Junín en los
30 (Cosso y Maldez), o en los 50 (Zubeldía y Jorge Finito Ruiz), Vélez
se aseguró para encarar el Metropolitano de 1974 los servicios de dos
futbolistas tucumanos: Manuel Santillán (¿Inspirador del archiconocido
tema de Los Cadillacs?) y Armando Ignacio Quinteros. Según fuentes
consultadas, las autoridades velezanas fueron a negociar con sus pares
de Atlético Tucumán el pase de Santillán, un volante creativo con gol, y
en el jaleo de las tratativas le endosaron al Negro Quinteros, que no
estaba en los planes pero se sumó al acuerdo para no frustrar la
transferencia del enganche. Como suele suceder en estos casos, la figura
codiciada y con pergaminos, Santillán, defeccionó (salvo un fugaz
encandilamiento inicial) y el relleno, Quinteros, cuidó su quinta (con
estas boludeces que escribo pierdo prestigio) durante siete temporadas.
Oriundo
del Jardín de la Republica, Armando Quinteros (28/3/55) era un fibroso
volante derecho de tranco lento pero de despliegue infatigable. Dueño de
un rostro pétreo y de tono azabache furioso, amén de sacrificado,
Quinteros era criterioso y prolijo en el manejo del balón. Durante su
dignísima trayectoria en el Club, el Negro armó recordadas sociedades
futbolísticas con Pepe Castro, el Negro Jorge José González (una de mis
debilidades), Julio Asad (otra de mis debilidades) y Pedro Larraquy.
Pese al ramillete de técnicos (Filpo Nuñes, Luis Carniglia,
Romero-Violi, Víctor Rodríguez, Alejandro Romero, Juan Urriolabeitia,
José Sanfilippo, Delem, Spinetto-Bermúdez-Cielinski, Miguel
Ignomiriello, Carlos Cavagnaro, Enrique Sívori y Jorge Solari) que se
calzaron el buzo durante su estadía en el Club, el Negro siempre, pero
siempre, integró las alineaciones titulares. Quinteros era un relojito
suizo parido en Tucumán. Parejo y rendidor, su legajo en nuestra
Institución acredita 207 encuentros y 14 goles. Subcampeón en el 74, los
memoriosos recuerdan un tremendo derechazo desde 30 metros en la
Bombonera que maquilló un triunfo por 2 a 1, el 24 de agosto de 1980.
Un
año más tarde, el Fortín y el Ciclón pactaron un trueque: Quinteros
pasó a integrar las huestes azulgranas y Juan Domingo Patricio Cabrera
arribó a Liniers. La cagada fue doble: dirigencial e individual. La
actuación en nuestro representativo del portador de tres nombres
(Cabrera), fue mediocre (Del arcón de los recuerdos de los 80 extraje
una única gema: Una noche en cancha de Boca le puso la cara a un
trompazo de Brindisi). En tanto que el tradicional ?8?, vestido de azul y
rojo, bebió las ?dulces mieles? de la pérdida de la categoría y encima
vivió graves dificultades para cobrar su salario mientras en Vélez tenía
depositada la guita el día 30 de cada mes. Quinteros cumplió con
corrección en el Ciclón (retorno a la divisional ?A? incluido) y
completó su respetable circuito futbolístico enrolado en Colón, Talleres
y Cristal Caldas. Su cuello sostiene orgulloso la medalla del primer
certamen logrado por Cesar Luis Menotti como seleccionador nacional: el
Torneo Esperanzas de Toulon de 1975. Allí, en Francia, Quinteros
reemplazó en el choque decisivo ante los locales a Américo Gallego y
tuvo como compañeros a estrellas como Passarella, Tarantini o Jorge
Valdano.
Domingo
Faustino Sarmiento patentó un siglo atrás una polémica y soberbia
sentencia: ?Mi genealogía empieza conmigo?. El Negro puede asociarse a
esta máxima y puede añadirle que, por el momento, su genealogía terminó
con él. Su hijo Lucas (6/3/85), zaguero centro de discretos atributos,
firmó la planilla oficial de Vélez en apenas 3 cotejos entre el 2005 y
06. Una lesión rebelde lo retiró de los campos de juego en 2011, a
temprana edad, jugando para Flandria, el canario de Jáuregui (tengo un
amplio conocimiento del ascenso y me gusta compartirlo con UD).
Escudero
s.m 1-Paje (horrible vocablo) o sirviente que acompañaba a un
caballero para llevarle las armas, el escudo, y para servirle.
El extenso listado de futbolistas que actuaron en Vélez se nutre de dos escuderos: Osvaldo Salvador, y su hijo, Damián Ariel.
El
Pichi mayor llegó a préstamo desde Chacarita para afrontar el Nacional
79 junto a un delantero identificado como Eduardo Emilio Delgado. El
nacido en Paso de los Libres, Corrientes, un 15 de octubre de 1960, era
un wing de los antiguos, de desborde, escurridizo y veloz, y portador de
un antecedente pesado: Había integrado el deslumbrante combinado
juvenil que días antes, bajo el comando del Flaco Menotti, obtuvo el
título mundial en Japón. Solo seis meses duró su permanencia en el Club.
El puntero diestro de baja estatura (solo recuerdo otro jugador de
similar talla: Raúl de la Cruz Chaparro, el centrodelantero de Tigre,
River y otros) disputó 9 encuentros sin convertir. Su socio de ataque,
Delgado, también entregó una raquítica foja de servicios, 5 encuentros
sin goles. Escudero pisó fuerte en el Boca campeón del 81, y remató su
intachable recorrido profesional con desempeños en Unión, Independiente,
Rosario Central, Racing, Barcelona de Ecuador, Urawa Red Diamonds de
Japón, Platense. Osvaldo Escudero colgó los botines (a la altura de un
zócalo), en Chaco For Ever.
Los próximos renglones de este relato repasaran dos mojones resonantes en la trayectoria de Eduardo Emilio Delgado.
El
sanjuanino Delgado, un atacante de excelentes condiciones, emigró a San
Lorenzo (post su efímera travesía por Vélez) y participó, con rol
estelar, en el elenco que protagonizó la obra más desoladora de la
historia azulgrana: Junto al Negro Quinteros y algunos veteranos como
Larrosa o Suñé, descendió a la divisional B. De manera involuntaria, el
cuyano tuvo en sus pies la gloria o Devoto. La balanza de la fortuna se
inclinó para el lado de Devoto. Goleador y figura del equipo en el 81,
el 15 de agosto de ese año, en cancha de Ferro, el arquero de Argentinos
Juniors, el oriental Mario Alles, le detuvo un penal que sentenció el
hundimiento de la entidad de Boedo en la B Metropolitana, al caer ante
los de la Paternal, en la jornada final, por 1 a 0. Delgado no se
conformó con esa mancha. Tras aquel fatídico remate, de devastadoras
consecuencias, San Lorenzo compitió en el Nacional de la misma temporada
en carácter de ?invitado especial?. En la 1ª fecha, 13/9/81, frente a
su homónimo de Mar del Plata, el árbitro sancionó un penal a favor de
los cuervos porteños y la ocasión sirvió para que sus compañeros le
cedieran-con la aprobación de la hinchada y con la intención de
redimirlo- la responsabilidad a Delgado, quien obstinado, y agradecido
por el cariño y la solidaridad dispensada, se hizo cargo del disparo
y?..¡¡¡volvió a pifiar!!! (Es cierto que hay tipos que nacen
estrellados). Supongo que después de esta carrada de infortunios, cada
vez que su equipo era premiado con la pena máxima, Delgado metía la
cabeza bajo la tierra emulando la conducta del avestruz. En cuestión de
preferencias, el movedizo delantero elige el penal de Sierra Chica o de
Batán en lugar del tiro desde los doce pasos. A partir de estos
episodios la palabra ?Penal? está proscripta en su vocabulario. Aquella
ejecución fallida, la primera, fue una giba, un lastre que tiñó de negro
una campaña individual que ameritaba un epílogo más exitoso.
Terminado el tramo de Delgado, retomo la historia de los escuderos.
Al
igual que el morocho tucumano, el Pichi Escudero depositó su confianza
en los formadores velezanos, y alistó a su primogénito en nuestras
divisiones menores.
Damián
Ariel Escudero (20/4/87) debutó en primera división ante Newells en el
Clausura 06. El Pichi Jr cautivó, subyugó y dejó boquiabiertos a los
simpatizantes fortineros con su inacabable catálogo de recursos, entre
los que resaltaba con claridad su indescifrable gambeta vertical, solo
comparable con la de Ariel Ortega. Entre 2006 y 08 Escudero anotó 20
tantos en 84 presentaciones. Algunas de sus conquistas resultan
inolvidables debido a su enorme valor estético. El pequeño Pichi
desairaba a sus marcas con su dribbling corto de papi fútbol, su preciso
tiro de media distancia y su innegable estampa de crack. El alto nivel
de sus actuaciones en el Fortín lo catapultó a los primeros planos y le
auguraba un horizonte enmarcado con lapsos de gloria.
En
consonancia con su padre, formó parte del plantel que escaló a lo más
alto del podio en el Mundial Sub 20 desarrollado en Canadá en 2007.
El
fútbol europeo reparó en su calidad y su desenfado, y en pleno punto de
hervor, Escudero fue transferido al Villarreal español en una cifra
millonaria y en el marco de un convenio que incluyó el regreso a Liniers
de Leandro Somoza. Desde el Submarino Amarillo arrancó un peregrinaje
por diversas entidades (Valladolid, Boca Jrs, Gremio y Mineiro) sin
poder afianzarse con continuidad en alguna de ellas.Es joven aún y posee
fundamentos técnicos de sobra y jerarquía individual como para torcer
este período de claroscuros.
La
evaluación sobre las carreras de los Escudero, merece la calificación
de ?aprobados?. Sin embargo, y aunque ambos lo intentaron, nunca
alcanzarán el nivel de celebridad obtenido por el escudero de mayor
fama: El bonachón Sancho Panza.
Centurión s.m. Oficial del antiguo ejército romano que tenía a su mando una compañía de cien soldados.
Promovido
por Julio Cesar Falcioni, Emanuel Centurión (Lomas de Zamora, 25/8/82)
hizo su estreno oficial en primera en 1999. Formado en la cantera
velezana, el carrilero de botín zurdo aristocrático-presente en
numerosas convocatorias de seleccionados juveniles- se apropió de un
puesto entre los once iniciales recién en el Clausura 2002, apadrinado
por Carlos Ischia. Fino y elegante, hábil, dueño de un pie izquierdo
dúctil para el toque corto o la certera entrega larga, ?Memo? era la
envidia de cualquiera de aquellos que jugamos fútbol como aficionados.
Las arcas ahogadas del Club obligaron a desprenderse de la joven promesa
en el 2003, el segmento cumbre de su derrotero como futbolista. La
venta del volante oxigenó la Tesorería (uno de los goles del campeonato
económico) y Emanuel, munido con su amplio repertorio de recursos, se
exilió en el Sttugart alemán donde registró, en general, rendimientos
discretos. El zurdito regresó a la Argentina en el 05 pero mostró apenas
destellos desvaídos de su genético talento. La aparición de otro
fenómeno en su posición, Marcelo Bravo, le dejó solo resquicios de
presencias a su vuelta, pero le valieron inscribir su apellido entre los
Campeones del Clausura 05. Luego de su vertiginoso carreteo en el 2003,
que presagiaba un vuelo alto y largo, Centurión se quedó sin nafta.
Cuesta entender el pronunciado bajón, la versión descolorida que paseó
trashumante por Colón, Atlas (México), Independiente, San Martín de
Tucumán, Universidad de Chile y Chacarita. Su fútbol exquisito, que
engalanó el césped del Amalfitani, hoy deambula fantasmal en las huestes
del Alvarado marplatense que preside Facundo Moyano. Un desperdicio. Su
currículum numérico en Vélez exhibe 9 gritos en 92 compromisos.
Cierro esta crónica con el desenlace del cuento ?El Hincha?, creación de la notable pluma de Mempo Giardinelli.
?Amaro
suspiró y enseguida sintió ese golpe seco en el pecho. Abrió los ojos,
mientras intentaba aspirar el aire que se le acababa, pero solo alcanzó a
ver que los muebles se esfumaban, justo en el momento en que el mundo
entero se llamaba Vélez Sarsfield?.
Chau. Que gane Vélez. Nos reencontramos dentro de quince días.
Gabriel Martínez.