Vélez Magazine

Pedutto, Cama y otros

Desde hace unas semanas me fanaticé con el disparatado delirio de jugar con la etimología o el significado de algunos apellidos. Las siguientes líneas expondrán públicamente, la reputación de varios futbolistas de apellidos curiosos que integran el extenso listado de profesionales que vistieron con orgullo la gloriosa camiseta velezana, desde la inventiva del gran Gabo Martínez.

En 1957 la CD consensuó la contratación del delantero de Platense, Héctor Pedutto, nacido en Capital Federal un 18 de julio de 1935. Pedutto, finiquitada la operación, se unió al plantel profesional y se puso a las órdenes del técnico de turno, el Sr. Osvaldo Bottini. La chance de jugar en un Club grande de la Argentina motivó que Pedutto agilizara todos sus contactos en pos de adquirir una mejor forma física

Desde hace unas semanas me fanaticé con el disparatado delirio de jugar con la etimología o el significado de algunos apellidos. Las siguientes líneas expondrán públicamente, la reputación de varios futbolistas de apellidos curiosos que integran el extenso listado de profesionales que vistieron con orgullo la gloriosa camiseta velezana.

 

En 1957 la CD consensuó la contratación del delantero de Platense, Héctor Pedutto, nacido en Capital Federal un 18 de julio de 1935. Pedutto, finiquitada la operación, se unió al plantel profesional y se puso a las órdenes del técnico de turno, el Sr. Osvaldo Bottini. La chance de jugar en un Club grande de la Argentina motivó que Pedutto agilizara todos sus contactos en pos de adquirir una mejor forma física. Un allegado le arrimó la dirección de un afamado nutricionista-egresado de la Universidad del Joraca- y Pedutto, entre la ingenuidad y la ignorancia, visitó al especialista y aceptó la sugerencia de un brusco cambio en su régimen alimenticio con el objetivo de maximizar sus potencialidades musculares. El seudo médico le prescribió al joven futbolista una dieta rica en legumbres (porotos blancos y colorados, garbanzos y lentejas) en lugar de los habituales y más saludables hidratos de carbono. Las consecuencias, como Ud puede adivinar, fueron nefastas, aciagas.

 

Apadrinado por Bottini, el atacante debutó en la máxima categoría a mediados de la temporada del 57. Ese día -en tiempos donde no se concentraba y dominaban los descontroles de cualquier especie- Pedutto almorzó, tres horas antes del partido, un guiso de porotos blancos con lentejas, chorizo colorado y panceta. La alquimia entre los nervios por el debut y la ingesta desmesurada de legumbres produjo un cóctel literalmente explosivo. ¡Si! Pedutto ingresó al estadio, saludó a sus compañeros y de manera involuntaria e incontinente (se le caían solos) dinamitó la estructura del vestuario local del Amalfitani. La explosiva irrupción de Pedutto en el camarín saturó el ambiente y obligó a sus pares a abandonar el perímetro y calzarse la indumentaria oficial en las veredas de la Avda Juan B. Justo. Enteradas del procaz suceso y alertadas por Greenpeace sobre los riegos de una catástrofe ambiental, las autoridades recurrieron, durante la modesta estadía de Pedutto en Liniers (5Pj, sin goles), a todo tipo de estrategia con el propósito de  contrarrestar el pestilente aroma y disipar la irrespirable nube que hegemonizaba el vestidor. Misión imposible. El recinto donde se cambian los futbolistas se transformó, durante el breve y perfumante recorrido del ariete en nuestra Institución, en un templo umbanda repleto de velas aromáticas, inciensos y sahumerios de diversos gustos. Se invirtió una cifra sideral en la colocación de un extractor de aire para ventilar la zona. Guita tirada. Inversión al pedo. Finalmente, un entramado conspirativo y corporativo urdido por dirigentes, jugadores y cuerpo técnico (tres de las cuatro patas de la mesa futbolera) eyectó al contaminante Pedutto del club ya que su continuidad, debido a su patología y por motivos obvios, era inviable.

 

Héctor Pedutto siguió acribillando vestuarios y camaradas con las casacas de Los Andes, Argentinos Jrs y Gimnasia. Su estela de hediondas flatulencias envolvió a varios jugadores que se enrolaron en la misma causa, se abroquelaron detrás de Pedutto (unos suicidas), demostraron similares conflictos intestinos (muy sutil lo mío) y levantaron polvareda como Héctor Pedone (mítico arquero mendocino), Mauro Airez (ex wing de Gimnasia), Nelson Pedetti (carrilero derecho del Cobreloa en los 80) y Sandro Ventoso (defensor académico de los 90). Héctor Pedutto se despidió de la actividad en 1963. Pedutto, con su incurable trastorno a cuestas, aprovechó el viento de cola (algo lógico) y viró en un exitoso exportador de gases tóxicos que países de Medio Oriente utilizan para la fabricación de armas químicas. En el fútbol, como reza la célebre muletilla, el tiro siempre le salió por la culata.

 

La centenaria historia velezana también se nutrió de futbolistas de madera. Algunos de buena calidad y otros, un gran porcentaje, cuyos rendimientos merecieron el análisis de carpinteros en lugar de críticos deportivos.

 

Uno fue Marcelo Manzano (27/05/66). Buen manejo, técnica refinada y brillantes producciones eran los antecedentes de Manzano en inferiores. Todo esto quedó difuminado al trepar al plantel profesional. Manzano solo firmó la planilla oficial en 1 cotejo en 1987. Su posterior y voluntario exilio en España también se barnizó (Por la madera. Sigo inspirado) con la impronta de la decepción.

 

Horacio Cardone (22/10/48), tuvo mejor suerte, jugó mayor cantidad de encuentros, lo que no implica que fuera dueño de mejores condiciones que el ejemplo mencionado anteriormente. Lo cobijó, justo es decirlo, una época nefasta, negra en la vida deportiva del club y fue protagonista de dos hechos que derrumban la autoestima de cualquier deportista: 1-Estuvimos al borde del descenso y 2-Lo dirigió José Francisco Sanfilippo (un salvavidas repleto de cemento). La estadística detalla que Cardone ocupó la zaga central en 38 oportunidades entre el 76/77.

 

Este epidérmico repaso de los maderámenes, me trae el recuerdo del lateral derecho uruguayo Leonardo Ramos (11/09/69). Lento, abusador de los pelotazos por la potencia de su pegada, Ramos apenas se atavió con la V azulada en 10 encuentros sin anotar goles. Cabe mencionar que el tipo se dio un gusto que deben envidiar grandes ídolos del club como Ischia, Larraquy, Jiménez o el Turco Julio Asad. El 8 de junio de 1993, en la fría y lluviosa tarde de 1 y 57, Ramos reemplazó al Pacha Cardozo en los minutos finales del cotejo ante Estudiantes que significó a la postre, la vuelta olímpica velezana tras 25 años de indigencia (esto se llama tener or...o). La figura de Ramos paseó sus astillas (otro acierto literario) por Banfield, Estudiantes, River, Chacarita, Colo Colo y Salamanca de España.

 

Se alojan en mi memoria dos apellidos relacionados con la madera que acopiamos en el aserradero en ciclos diferentes: Miguel Parra y Javier Robles. Parra, discreto mediocampista de la década del 70, dijo presente (levantó la mano) en tres ocasiones en 1974 (ya le dediqué mucho espacio). Javier Robles (18/01/85), hijo del ex wing de Boca y Newells, Sergio Apolo, encandiló (me fui a la mie...a) a los simpatizantes velezanos con su cabello platinado y veteado (madera-veteado, otra agrupación de palabras acertada), no por su juego, en su debut en primera en la Bombonera en una derrota por 3 a 2 bajo la dirección táctica de Miguel Russo. Robles, volante por derecha, completó en el elenco titular apenas 19 partidos sin conversiones. Como su apellido lo indica y como la naturaleza lo enseña, Robles floreció en primavera y ya hace unas cuantas temporadas que parece haber entrado en un otoño eterno. Sus hojas y flores palidecieron amarillentas en Olimpo, Wandereres, San José Earthquakes (?), Iraklis (?) y Cuenca de Ecuador. En la actualidad el volante brilla (lo lustraron) en la Fragata de Isidro Casanova comandada por Blas Giunta (un ícono de los futbolistas de madera).

Los deportistas aquí reseñados-tallados y contorneados por el genial cincel de Geppetto (el creador de Pinocho)- hubieran sido más utiles para la manufacturacion de materia prima para hacer papel que para impactar una número cinco.

 

Descollaron en diversas entidades futbolísticas otras maderas como German Mandarino (Brown, 011), Raúl Madero (Estudiantes) o Cristian Pino (Racing, 04).

Duros, pesados, laminados con resina como un durmiente de ferrocarril, aunque sin asociación jocosa con sus apellidos, debo remarcar la presencia en Vélez de dos maderas incomparables: Maxi Flotta y el ropero Héctor Ártico (este último se vendía en el supermercado ?Gigante? listo para armar). Ambos, ante la extinción de la pinotea, servirán como parquet en los pisos de algún dormitorio familiar.

 

Este caótico juego que emprendí con los apellidos me transporta a otro gremio, el de los vagos o dormilones, que aportó al fútbol figuras inolvidables. La historia de vida de Miguel Cama, quien jugó en Vélez un cotejo en 1926, contiene ribetes quijotescos. Cama era oficial pastelero en un comercio del microcentro porteño. Don Miguel vivía en Florencio Varela donde había construido, con chapas y cartones, su humilde morada. Todos los días Cama se despertaba a las 2.30 a.m., se montaba a su carro con bueyes y rumbeaba en dirección  a la panadería para cumplir con su responsabilidad diaria. Siendo las 14 hs abandonaba sus tareas de elaboración de medialunas y tortitas negras, y enfilaba, con el carro y los bueyes, hacia el glorioso Fortín de Basualdo para efectuar la tradicional practica vespertina. Concluido el entrenamiento, Cama les colocaba un chip con GPS a los bueyes y retornaba a su ?mansión? en Varela. En el trayecto, arruinado por el trajín de la jornada laboral, se echaba un torro de un par de horas largas para mitigar el cansancio. Cama concretó su sueño de debutar en el field de Basualdo y Schmidl a fines de 1926. Esa tarde de domingo, Cama se levantó de su ídem (otro logro literario) como siempre a las 2.30 a.m., cargó a su familia (la ocasión lo ameritaba) en su carro, laburó a destajo en la panadería y a las 17 hs estaba presto para saltar al terreno de juego.

 

El wing que jugaba sobre su sector superó a Cama una vez, dos veces, tres veces como un poste mientras sus compañeros, el técnico y los espectadores eran testigos de una perfomance para el espanto. El sacrificio, las horas de yugo extremo, su enjundiosa tarea en la panadería le pasaban factura (Panadería-factura. Otra licencia poética). Cama, en el fragor del cotejo, quedó apoliyado parado sobre el césped como si se hubiera clavado una docena de valiums. Se trató de reanimarlo con rápidas maniobras de resucitación,  pero fue imposible. Varios hinchas lo cargaron en el carruaje junto a su prole y Cama volvió a Varela torrado sin enterarse de lo que había ocurrido. Su primera función como futbolista fue debut y despedida. Los dirigentes velezanos realizaron gestiones para cambiar el día de los partidos para los lunes (tenía franco) pero resultaron infructuosas. Un Julio Grondona en pañales rechazó el pedido y su dictamen fue el punto final para la carrera de Cama quien continúo con su oficio como repostero (una eminencia en el armado de cañoncitos) en detrimento de su pasión, el fútbol, deporte amateur en aquellos tiempos.

 

Un fiel seguidor de Cama fue Hugo Palmaz (04/10/54, Baradero). De distinguido nivel social, a Palmaz le gustaba la joda y como sus viejos le entregaban billetes sin problemas, el fútbol era para él solo un hobby o un pasatiempo sin importancia. Palmaz, (7 pj sin conquistas en 1974) perezoso y holgazán irredento se tiraba sobre la alfombra del Amalfitani a los veinte del complemento y se mandaba una siesta, al sol, en pleno desarrollo de los cotejos. La habitual apoliyada le costó la carrera. Cansados de estas conductas inapropiadas, los directivos le dieron un boleo en el ?toor? a Palmaz y lo mandaron con la almohada y la sábana a dormir a otra parte.

 

Juan Carlos Lapalma es la excepción en este rubro. Llegó a Vélez procedente de Unión (donde era figura) en 1969. Volante de buen manejo, criterioso, inteligente y voluntarioso, Lapalma no dormía en la cancha como lo referencia su apellido y su trayectoria aceptable e irreprochable lo atestigua. Lapalma militó en el Niza, el AEK griego, O?Higgins, Audax y Tigres de México. Estuvo presente-entró en la segunda etapa y no pudo modificar el cuento- en el fatídico cotejo ante Huracán en 1971. Componen su legajo 4 conquistas en 69 encuentros.

 

Ociosos, desganados o adoradores del buen dormir como los modelos repasados en este mejunje de vocablos fueron: Omar Palma (astro de Rosario Central), Julio César Laffatigue (Independiente, 00) y Vaginho (volante del Corinthians en 1977).

Me levanté de mi Cama de cabecera de Manzano y elástico de Cardone decidido a modificar el menú, recomendado por Pedutto, consistente en garbanzos con repollo y papas. ¡Basta de legumbres! Hoy pinta lindo para puchero de gallina. Buena digestión. Los espero en el próximo número de Vélez Magazine.

 

Los datos estadísticos consignados en esta reseña son verídicos.

Los hechos son ficticios. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

 

N de R: Gracias a Osvaldo Rao y Juan Peyrú por los informes prestados para la realización de esta nota.

 

Gabriel Martínez