Vélez Magazine

Promesas Incumplidas

Pasada la Brasil Manía de los 60, -ya comentada en estas páginas-, la década del 90 y el preámbulo de la nueva centuria estuvieron decorados por la inmigración masiva de futbolistas originarios de los pagos del bambuco y el vallenato. En la sofisticada y disparatada pluma de Gabo Martínez, repasamos el paso de tres jugadores de Colombia en Vélez, como Julián Téllez, Jairo Castillo y Mayer Candelo.

Jairo abandonó nuestra institución entre gallos y medianoches (mayoría de estas últimas) y dejó un recuerdo agridulce en los simpatizantes velezanos. La envidiable turgencia dibujó una huella, un surco y marcas imborrables amén de daños irreparables; su juego defraudó.

Pasada la Brasil Manía de los 60, -ya comentada en estas páginas-, la década del 90 y el preámbulo de la nueva centuria estuvieron decorados por la inmigración masiva de futbolistas originarios de los pagos del bambuco y el vallenato.

Disfrazada de tenaza, la sensual cantante Shakira se cargó en su mochila y nos sacó de encima un clavo de grosera longitud, Antonito de la Rúa. Los velezanos, débiles ante la carne femenina y las caderas de la exuberante intérprete, como buenos caballeros, le devolvimos el favor y nos fumamos tres jugadores de tez azabache: Julián Téllez, Jairo Castillo y Mayer Candelo. Si hay que fumar, mi elección es simple, por carisma y potencialidades, me fumo a Jairo.

Contemporáneos entre si, la paradoja es que compartieron pocos minutos dentro de los terrenos de juego pese a coincidir en la misma etapa dentro del club.

1-?Preciso un centrodelantero?. Sencillo y directo fue el pedido de Julio Cesar Falcioni en el arranque del 2000. Las arcas vacías no impidieron que las autoridades hicieran un esfuerzo, -800 mil dólares por la mitad del pase-, y contrataran los servicios del longilineo morocho Julián Téllez.

Nominado como revelación de la temporada en el 97 en su entidad de estreno,- el Bucaramanga-, dueño de 53 conquistas en 148 cotejos, bicampeón con el América de Cali (compañero de Valencia, Giovanni Hernández y otros), máximo artillero con 24 goles en el certamen local y con 22 años a cuestas, las referencias de Téllez eran las mejores y generaban esperanza en la parcialidad fortinera.

Un goleador necesita ser asistido y en Vélez recibió asistencia permanente pero no de parte de sus compañeros  sino del querido Dr. Ricardo Coppolecchia. Apenas había transcurrido una semana de la pretemporada en Necochea cuando el oriundo de los pagos de García Márquez se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla derecha. Ese desgraciado episodio  fue el km 0 de una ruta empedrada y cubierta de espinas. Hostigado por la mala suerte, siete meses después, sin pisar una cancha, repitió la rotura con el agravante de un trastorno en los meniscos. En noviembre volvió a romperse. Si repaso sus problemas físicos estas columnas ocuparían toda la revista. De manera oficial se puso la camiseta de Vélez recién en abril de 01 en una derrota frente a Peñarol en el Centenario. Remplazó a Juan Carlos Falcón a los 70 minutos y cinco más tarde marcó el descuento en una derrota por 2 a 1. Sin embargo no estaba a pleno. Consultó curanderos varios y especialistas en los EE.UU sin éxito alguno.  Con la rodilla resentida de tanto manoseo, y otra vez rota, Julián regreso a Colombia e intentó prolongar su carrera en Millonarios, Deportivo Cali, Aeropuerto Perales?  y Bucaramanga. Resignado, en el 05, con solo 27 abriles, Téllez le bajó el telón a una trayectoria poblada de problemas físicos y se rindió ante la evidencia de que su rodilla había dicho basta. Liberado de la tortura, cursó el primer tramo de su duelo como presentador de un programa de cable en la televisión local y pretendió una vuelta, fallida, -su articulación estaba destrozada-, en el crepúsculo del año pasado. Julián Téllez, ?El Matador?, disputó en Vélez solo dos encuentros y convirtió un tanto.

En su vía crucis por Argentina, el centroatacante cambió la pelota, los festejos de gol, el césped, los arcos y las marcas pegajosas por las frías tablas de los quirófanos, los cirujanos, los kinesiólogos, las resonancias y las tomografías.

Tipo arropado por las fatalidades, estrellado, si lo encuentra por la calle puede saludarlo y no se compadezca. Es joven, hay gente que está peor y existen miles de alternativas para ganarse la vida. Si lo cruza en la ruleta, múdese de mesa, debe ser ingrato escuchar a un croupier gritar: ?verde el 37? o que le cante una letra.

2-Fuerte, potente, guapo, encarador y con una dosis interesante de gol, Jairo Fernando Castillo Cortés, el ?Tigre?, se incorporó a préstamo al Club a mediados del 2000 procedente del América de Cali.

Debo reconocer que el moreno me deslumbró desde el primer pique y esperaba sus apariciones que hacían olvidar, aunque fuera por ráfagas, la apresurada e intempestiva retirada del símbolo de aquella época,  José Luis Chilavert. La carrada de alegrías y triunfos habían quedado atrás y la tribuna necesitaba apoyarse en alguien que sorprendiera a través de sus cualidades. Fue el paraguayo quien le sugirió a la hinchada, para evitar tintes  discriminatorios, que el delantero fuera reconocido por su nombre y no por la coloratura de su epidermis. Así, como los deseos del cacique guaraní eran cumplidos a rajatabla por sus miles de admiradores, la canción coreada era ?olé olé olé  Jairó Jairó? y no la primitiva pero de mayor contundencia ?olé olé olé olé olé negró negró?.

El negro, cariñosamente dicho, no quiero problemas con el INADI, nació en Tumaco un 17 de noviembre de 1977 y en su breve (una temporada) itinerario en las filas velezanas marco 8 conquistas en 32 presentaciones.

Según fuentes bien informadas  cuatro circunstancias coadyuvaron para que el desempeño del atleta cafetero estuviera por debajo del nivel esperable: Una conducta poco adecuada para un profesional de elite; un roce, un altercado con una parte de la barra; un fuerte cambio de palabras con el entrenador de turno; y una molesta y pesada protuberancia en la entrepierna (de solo imaginarlo me asusto). Los científicos aseguran que esa deforme prominencia necesita de un caudaloso torrente sanguíneo para mantenerse viva. El corazón privilegia abastecer esta zona e irriga de manera deficiente a las piernas y al cerebro. Conclusión: la turgencia funcionaba a pleno pero un jugador para desarrollar sus aptitudes requiere de las piernas y el cerebro.

Jairo abandonó nuestra institución entre gallos y medianoches (mayoría de estas últimas) y dejó un recuerdo agridulce en los simpatizantes velezanos. La envidiable turgencia dibujó  una huella, un surco y marcas imborrables amén de daños irreparables; su juego defraudó. Tenía a su disposición todos los dones para transformarse en ídolo y llegaba en un momento exacto para adueñarse del pedestal que dejaba vacante el prócer guaraní. Desperdició sus oportunidades, una lástima.

El morocho arrastró su molesta y pesada protuberancia  y su fútbol, con suceso variado, por Independiente, Godoy Cruz, Valladolid, Millonarios, Defensor Sporting (campeón en el 08), Querétaro de México y la Liga Chipriota, y defendió en cinco diferentes ciclos la casaca del América de Cali obteniendo dos títulos. En Avellaneda encandiló a los seguidores del rojo y tuvo un gesto muy valorable al exhibir  una remera de agradecimiento y de homenaje hacia el desaparecido técnico José Omar  Pastoriza con quien guardaba una estrecha relación. Enrolado en el Tomba, su tarde de gloria fue aquella en la que le clavó tres puñaladas (un cuchillo es menos desgarrador que su protuberancia) al Boca dirigido por Carlos Ischia.

Una dramática definición por penales en el torneo colombiano es la reciente imagen que tenemos del fibroso ariete. Su disparo impactó en el poste izquierdo y provocó el descenso de un gigante que en los 80, bajo la conducción de Gabriel Ochoa Uribe tuvo en sus planteles a glorias como el Flaco Gareca y Roberto Cabañas, el América de Cali. ?Cuando pudo no quiso, ahora que quiere no puede? solía señalar el comentarista Ulises Barrera sobre el  final de la campaña pugilística de la ?Pantera Horacio Saldaño?. La frase le cabe al dedillo a Jairo. El punta, en proceso declinante, acaba de meter el gancho en un contrato que lo ligará durante seis meses con? Atlético Tucumán.

En el futuro, ya peinando canas o no peinando nada, se sentará frente a sus nietos y ensayará un speech o discurso lejos de la verborragia talentosa de un Luther King o el arresto de dignidad de un Mandela.  La perorata, supongo, contendrá algunos de estos preceptos: ?Niños, el abuelo no rindió en Liniers a la altura de las expectativas pero nunca dejó de lado su compromiso  social. Durante su estancia en Buenos Aires se reactivó la industria de la aguja y el hilo. Se potenció la demanda, y las sacrificadas costureras capitalinas repararon y cosieron a destajo. Por eso, copien mi ejemplo de solidaridad para con el prójimo,  utilicen con responsabilidad la generosa dotación de que disponen  y??? venga un abrazo al abuelo?.

3-El Parma envió su oferta, los directivos la aceptaron y Claudio ?El Turco? Husain armó sus valijas y emigró a la Liga Italiana. Junto con la guita,- imprescindible en el comienzo del siglo XXI-, y como parte de pago por el mediocampista de marca, arribó un paquete con un moño y envuelto en papel de regalo. Dentro del envoltorio se hallaba un individuo de 1.69 mts, típico 10, de zurda elegante, de técnica depurada y buen manejo, talentoso,  de pasado reciente en la Selección colombiana y propietario de un nombre y apellido más acorde a un cantante de salsa o cumbia que a un futbolista: ?Señoras y señores, con Uds. Mayer Candelo, oriundo del Valle de Cauca, parido un 20 de febrero de 1977 y debutante en primera división en el Deportivo Cali.

Estrenó la casaca velezana en el Monumental. Parado en la bandeja alta y transcurridos apenas veinte minutos, conspicuos simpatizantes del glorioso fortín daban su prematuro veredicto. El gordo Cacho, optimista a ultranza, veía el vaso medio lleno y sentenciaba ?La mueve, juega lindo?. Para Enrique, ?El Rulo?, pesimista recalcitrante, el vaso estaba medio vacío y aseguraba ?Es livianito, no pisa el área y no la pide?. La ?Pepo? reclamaba, ?Paciencia, es su primer partido?.

Acertó ?El Rulo?. Candelo, de resonante aparición en su país y conductor del Cali en la final de la Libertadores frente a Palmeiras, nunca se afirmó en la alineación titular, mostró escasos o nulos destellos de su calidad, su brillo fue espasmódico y se oscureció, como su piel, con el devenir  de las fechas. Sus esqueléticos números en el Club (26pj, 1 gol a Huracán y de penal) son una prueba irrefutable de su fracaso.

Nadie lloró su partida. Inquieto, amante del turismo, paseó por Sudamérica y se sumó a una enorme lista de entidades del continente. Jugó en el Cortulúa, el América caleño, la Universidad Cesar Vallejo y el Juan Aurich de Perú. Con el Universitario peruano, bajo las ordenes tácticas del Flaco Gareca (le saca jugo a las piedras) logró el titulo 08 en la competición local y se diplomó de ídolo.

Dos acontecimientos embarraron su itinerario en el balompié, esmerilaron su imagen en ascenso y expusieron aspectos desconocidos de su personalidad.

Millonarios enfrentaba a Centauros Villavicencio en el Cuadrangular Final del 2003. ?El Mago?, apodo de Candelo, el creativo de los albiazules, erró un penal determinante en el resultado y el entrenador creyó conveniente sustituirlo minutos más tarde. Mientras caminaba recaliente hacia el vestuario, el fino zurdo, ante un escenario repleto de aficionados del Millonarios, tiró con bronca la camiseta al suelo en señal de fastidio y recogió, como era lógico, una oleada interminable de puteadas y un potente shot en el toor de los indignados directivos de la histórica institución. Inconformista, en Chile redobló la apuesta: Final del torneo, tanda de penales entre los clásicos rivales, Universidad (equipo de Candelo) y Colo Colo. El colombiano camina desde la mitad de la cancha, acomoda el balón en el punto penal y se la pica a Claudio Bravo. El golero del seleccionado la toma con una mano y Colo Colo se corona campeón. Los colocolinos lo adoran. Los fanáticos de la U prefieren los ladridos ininteligibles de Roció Marengo. Creo, no pude confirmarlo, que fue deportado.  Su salida del Estadio Nacional obligó a diagramar un operativo de seguridad de enormes dimensiones. Dos mil carabineros, un portaaviones  de bandera yanqui y un submarino inglés custodiaron al irresponsable e inconsciente futbolista hasta su habitación que previamente había sido blindada.

Consulté a afamados psicólogos quienes de manera desinteresada me brindaron sus análisis sobre este tipo de comportamientos.

Reflexión freudiana: Personalidad de agallas y coraje. Valiente en la asunción de riesgos.

Reflexión lacaniana: El paciente padece una patología de clara tendencia suicida que amerita una urgente sesión terapéutica.

Reflexión tribunera: Es un pe?tudo importante.

Masoquistas,- él y los torcedores-, el enganche integra en la actualidad, otra vez, la plantilla de Millonarios. No tuvo una recepción con rosas y claveles. La hinchada perdona pero no olvida. Un golazo en la Copa Postobón ante Junior  lo absolvió de su culpa momentáneamente. Días atrás volvió a ostentar su irascible carácter al hacer gestos de enojo hacia su técnico Richard Páez molesto ante una variante. En fin?. parece que le gusta tomarle la medida al sobretodo de madera.

Carlos Fernando Navarro Montoya amerita, y lo tendrá, un capítulo aparte. Colombiano por accidente, argentino por adopción, ?El Mono?  junto a Pablo Cavallero son los únicos guardavallas de jerarquía surgidos de las divisiones menores en las ultimas tres décadas.

Téllez lidió y perdió frente al encono y la confabulación de una rodilla maldita. Candelo batalló contra la impotencia y sus propias limitaciones. Jairo, un crack que se quedó a mitad de camino.

Las elecciones fueron correctas, irreprochables. El azar, en ocasiones, se esmera en jugarnos una mala pasada. El balance de sus pasos por el Club arroja un sedimento negativo. Téllez, Jairo y Candelo, promesas incumplidas.

 Gabriel Martínez