Pasada la Brasil Manía de los 60, -ya comentada en estas páginas-,
la década del 90 y el preámbulo de la nueva centuria estuvieron decorados por
la inmigración masiva de futbolistas originarios de los pagos del bambuco y el
vallenato.
Disfrazada de tenaza, la sensual cantante Shakira se cargó
en su mochila y nos sacó de encima un clavo de grosera longitud, Antonito de la
Rúa. Los velezanos, débiles ante la carne femenina y las caderas de la exuberante
intérprete, como buenos caballeros, le devolvimos el favor y nos fumamos tres jugadores
de tez azabache: Julián Téllez, Jairo Castillo y Mayer Candelo. Si hay que
fumar, mi elección es simple, por carisma y potencialidades, me fumo a Jairo.
Contemporáneos entre si, la paradoja es que compartieron
pocos minutos dentro de los terrenos de juego pese a coincidir en la misma
etapa dentro del club.
1-?Preciso un centrodelantero?. Sencillo y directo fue el
pedido de Julio Cesar Falcioni en el arranque del 2000. Las arcas vacías no
impidieron que las autoridades hicieran un esfuerzo, -800 mil dólares por la
mitad del pase-, y contrataran los servicios del longilineo morocho Julián Téllez.
Nominado como revelación de la temporada en el 97 en su
entidad de estreno,- el Bucaramanga-, dueño de 53 conquistas en 148 cotejos, bicampeón
con el América de Cali (compañero de Valencia, Giovanni Hernández y otros),
máximo artillero con 24 goles en el certamen local y con 22 años a cuestas, las
referencias de Téllez eran las mejores y generaban esperanza en la parcialidad
fortinera.
Un goleador necesita ser asistido y en Vélez recibió
asistencia permanente pero no de parte de sus compañeros sino del querido Dr. Ricardo Coppolecchia.
Apenas había transcurrido una semana de la pretemporada en Necochea cuando el
oriundo de los pagos de García Márquez se rompió los ligamentos cruzados de la
rodilla derecha. Ese desgraciado episodio fue el km 0 de una ruta empedrada y cubierta
de espinas. Hostigado por la mala suerte, siete meses después, sin pisar una
cancha, repitió la rotura con el agravante de un trastorno en los meniscos. En
noviembre volvió a romperse. Si repaso sus problemas físicos estas columnas
ocuparían toda la revista. De manera oficial se puso la camiseta de Vélez recién
en abril de 01 en una derrota frente a Peñarol en el Centenario. Remplazó a
Juan Carlos Falcón a los 70 minutos y cinco más tarde marcó el descuento en una
derrota por 2 a 1. Sin embargo no estaba a pleno. Consultó curanderos varios y
especialistas en los EE.UU sin éxito alguno.
Con la rodilla resentida de tanto manoseo, y otra vez rota, Julián
regreso a Colombia e intentó prolongar su carrera en Millonarios, Deportivo
Cali, Aeropuerto Perales? y Bucaramanga.
Resignado, en el 05, con solo 27 abriles, Téllez le bajó el telón a una trayectoria
poblada de problemas físicos y se rindió ante la evidencia de que su rodilla
había dicho basta. Liberado de la tortura, cursó el primer tramo de su duelo
como presentador de un programa de cable en la televisión local y pretendió una
vuelta, fallida, -su articulación estaba destrozada-, en el crepúsculo del año pasado.
Julián Téllez, ?El Matador?, disputó en Vélez solo dos encuentros y convirtió
un tanto.
En su vía crucis por Argentina, el centroatacante cambió la
pelota, los festejos de gol, el césped, los arcos y las marcas pegajosas por
las frías tablas de los quirófanos, los cirujanos, los kinesiólogos, las
resonancias y las tomografías.
Tipo arropado por las fatalidades, estrellado, si lo
encuentra por la calle puede saludarlo y no se compadezca. Es joven, hay gente
que está peor y existen miles de alternativas para ganarse la vida. Si lo cruza
en la ruleta, múdese de mesa, debe ser ingrato escuchar a un croupier gritar:
?verde el 37? o que le cante una letra.
2-Fuerte, potente, guapo, encarador y con una dosis
interesante de gol, Jairo Fernando Castillo Cortés, el ?Tigre?, se incorporó a
préstamo al Club a mediados del 2000 procedente del América de Cali.
Debo reconocer que el moreno me deslumbró desde el primer
pique y esperaba sus apariciones que hacían olvidar, aunque fuera por ráfagas,
la apresurada e intempestiva retirada del símbolo de aquella época, José Luis Chilavert. La carrada de alegrías y
triunfos habían quedado atrás y la tribuna necesitaba apoyarse en alguien que
sorprendiera a través de sus cualidades. Fue el paraguayo quien le sugirió a la
hinchada, para evitar tintes discriminatorios,
que el delantero fuera reconocido por su nombre y no por la coloratura de su
epidermis. Así, como los deseos del cacique guaraní eran cumplidos a rajatabla
por sus miles de admiradores, la canción coreada era ?olé olé olé Jairó Jairó? y no la primitiva pero de mayor
contundencia ?olé olé olé olé olé negró negró?.
El negro, cariñosamente dicho, no quiero problemas con el
INADI, nació en Tumaco un 17 de noviembre de 1977 y en su breve (una temporada)
itinerario en las filas velezanas marco 8 conquistas en 32 presentaciones.
Según fuentes bien informadas cuatro circunstancias coadyuvaron para que el desempeño
del atleta cafetero estuviera por debajo del nivel esperable: Una conducta poco
adecuada para un profesional de elite; un roce, un altercado con una parte de
la barra; un fuerte cambio de palabras con el entrenador de turno; y una
molesta y pesada protuberancia en la entrepierna (de solo imaginarlo me
asusto). Los científicos aseguran que esa deforme prominencia necesita de un
caudaloso torrente sanguíneo para mantenerse viva. El corazón privilegia abastecer
esta zona e irriga de manera deficiente a las piernas y al cerebro. Conclusión:
la turgencia funcionaba a pleno pero un jugador para desarrollar sus aptitudes requiere
de las piernas y el cerebro.
Jairo abandonó nuestra institución entre gallos y medianoches
(mayoría de estas últimas) y dejó un recuerdo agridulce en los simpatizantes
velezanos. La envidiable turgencia dibujó
una huella, un surco y marcas imborrables amén de daños irreparables; su
juego defraudó. Tenía a su disposición todos los dones para transformarse en
ídolo y llegaba en un momento exacto para adueñarse del pedestal que dejaba
vacante el prócer guaraní. Desperdició sus oportunidades, una lástima.
El morocho arrastró su molesta y pesada protuberancia y su fútbol, con suceso variado, por
Independiente, Godoy Cruz, Valladolid, Millonarios, Defensor Sporting (campeón
en el 08), Querétaro de México y la Liga Chipriota, y defendió en cinco
diferentes ciclos la casaca del América de Cali obteniendo dos títulos. En
Avellaneda encandiló a los seguidores del rojo y tuvo un gesto muy valorable al
exhibir una remera de agradecimiento y
de homenaje hacia el desaparecido técnico José Omar Pastoriza con quien guardaba una estrecha
relación. Enrolado en el Tomba, su tarde de gloria fue aquella en la que le
clavó tres puñaladas (un cuchillo es menos desgarrador que su protuberancia) al
Boca dirigido por Carlos Ischia.
Una dramática definición por penales en el torneo colombiano
es la reciente imagen que tenemos del fibroso ariete. Su disparo impactó en el
poste izquierdo y provocó el descenso de un gigante que en los 80, bajo la
conducción de Gabriel Ochoa Uribe tuvo en sus planteles a glorias como el Flaco
Gareca y Roberto Cabañas, el América de Cali. ?Cuando pudo no quiso, ahora que
quiere no puede? solía señalar el comentarista Ulises Barrera sobre el final de la campaña pugilística de la ?Pantera
Horacio Saldaño?. La frase le cabe al dedillo a Jairo. El punta, en proceso
declinante, acaba de meter el gancho en un contrato que lo ligará durante seis
meses con? Atlético Tucumán.
En el futuro, ya peinando canas o no peinando nada, se
sentará frente a sus nietos y ensayará un speech o discurso lejos de la
verborragia talentosa de un Luther King o el arresto de dignidad de un Mandela.
La perorata, supongo, contendrá algunos
de estos preceptos: ?Niños, el abuelo no rindió en Liniers a la altura de las
expectativas pero nunca dejó de lado su compromiso social. Durante su estancia en Buenos Aires se
reactivó la industria de la aguja y el hilo. Se potenció la demanda, y las
sacrificadas costureras capitalinas repararon y cosieron a destajo. Por eso,
copien mi ejemplo de solidaridad para con el prójimo, utilicen con responsabilidad la generosa
dotación de que disponen y??? venga un
abrazo al abuelo?.
3-El Parma envió su oferta, los directivos la aceptaron y
Claudio ?El Turco? Husain armó sus valijas y emigró a la Liga Italiana. Junto
con la guita,- imprescindible en el comienzo del siglo XXI-, y como parte de
pago por el mediocampista de marca, arribó un paquete con un moño y envuelto en
papel de regalo. Dentro del envoltorio se hallaba un individuo de 1.69 mts,
típico 10, de zurda elegante, de técnica depurada y buen manejo, talentoso, de pasado reciente en la Selección colombiana
y propietario de un nombre y apellido más acorde a un cantante de salsa o
cumbia que a un futbolista: ?Señoras y señores, con Uds. Mayer Candelo, oriundo
del Valle de Cauca, parido un 20 de febrero de 1977 y debutante en primera
división en el Deportivo Cali.
Estrenó la casaca velezana en el Monumental. Parado en la
bandeja alta y transcurridos apenas veinte minutos, conspicuos simpatizantes
del glorioso fortín daban su prematuro veredicto. El gordo Cacho, optimista a
ultranza, veía el vaso medio lleno y sentenciaba ?La mueve, juega lindo?. Para Enrique,
?El Rulo?, pesimista recalcitrante, el vaso estaba medio vacío y aseguraba ?Es
livianito, no pisa el área y no la pide?. La ?Pepo? reclamaba, ?Paciencia, es
su primer partido?.
Acertó ?El Rulo?. Candelo, de resonante aparición en su país
y conductor del Cali en la final de la Libertadores frente a Palmeiras, nunca
se afirmó en la alineación titular, mostró escasos o nulos destellos de su
calidad, su brillo fue espasmódico y se oscureció, como su piel, con el devenir
de las fechas. Sus esqueléticos números
en el Club (26pj, 1 gol a Huracán y de penal) son una prueba irrefutable de su
fracaso.
Nadie lloró su partida. Inquieto, amante del turismo, paseó
por Sudamérica y se sumó a una enorme lista de entidades del continente. Jugó
en el Cortulúa, el América caleño, la Universidad Cesar Vallejo y el Juan
Aurich de Perú. Con el Universitario peruano, bajo las ordenes tácticas del
Flaco Gareca (le saca jugo a las piedras) logró el titulo 08 en la competición local
y se diplomó de ídolo.
Dos acontecimientos embarraron su itinerario en el balompié,
esmerilaron su imagen en ascenso y expusieron aspectos desconocidos de su
personalidad.
Millonarios enfrentaba a Centauros Villavicencio en el
Cuadrangular Final del 2003. ?El Mago?, apodo de Candelo, el creativo de los
albiazules, erró un penal determinante en el resultado y el entrenador creyó
conveniente sustituirlo minutos más tarde. Mientras caminaba recaliente hacia
el vestuario, el fino zurdo, ante un escenario repleto de aficionados del Millonarios,
tiró con bronca la camiseta al suelo en señal de fastidio y recogió, como era
lógico, una oleada interminable de puteadas y un potente shot en el toor de los
indignados directivos de la histórica institución. Inconformista, en Chile
redobló la apuesta: Final del torneo, tanda de penales entre los clásicos
rivales, Universidad (equipo de Candelo) y Colo Colo. El colombiano camina
desde la mitad de la cancha, acomoda el balón en el punto penal y se la pica a
Claudio Bravo. El golero del seleccionado la toma con una mano y Colo Colo se
corona campeón. Los colocolinos lo adoran. Los fanáticos de la U prefieren los
ladridos ininteligibles de Roció Marengo. Creo, no pude confirmarlo, que fue
deportado. Su salida del Estadio
Nacional obligó a diagramar un operativo de seguridad de enormes dimensiones.
Dos mil carabineros, un portaaviones de
bandera yanqui y un submarino inglés custodiaron al irresponsable e inconsciente
futbolista hasta su habitación que previamente había sido blindada.
Consulté a afamados psicólogos quienes de manera
desinteresada me brindaron sus análisis sobre este tipo de comportamientos.
Reflexión freudiana: Personalidad de agallas y coraje.
Valiente en la asunción de riesgos.
Reflexión lacaniana: El paciente padece una patología de
clara tendencia suicida que amerita una urgente sesión terapéutica.
Reflexión tribunera: Es un pe?tudo importante.
Masoquistas,- él y los torcedores-, el enganche integra en
la actualidad, otra vez, la plantilla de Millonarios. No tuvo una recepción con
rosas y claveles. La hinchada perdona pero no olvida. Un golazo en la Copa
Postobón ante Junior lo absolvió de su
culpa momentáneamente. Días atrás volvió a ostentar su irascible carácter al
hacer gestos de enojo hacia su técnico Richard Páez molesto ante una variante.
En fin?. parece que le gusta tomarle la medida al sobretodo de madera.
Carlos Fernando Navarro Montoya amerita, y lo tendrá, un
capítulo aparte. Colombiano por accidente, argentino por adopción, ?El Mono? junto a Pablo Cavallero son los únicos
guardavallas de jerarquía surgidos de las divisiones menores en las ultimas
tres décadas.
Téllez lidió y perdió frente al encono y la confabulación de
una rodilla maldita. Candelo batalló contra la impotencia y sus propias limitaciones.
Jairo, un crack que se quedó a mitad de camino.
Las elecciones fueron correctas, irreprochables. El azar, en
ocasiones, se esmera en jugarnos una mala pasada. El balance de sus pasos por
el Club arroja un sedimento negativo. Téllez, Jairo y Candelo, promesas
incumplidas.
Gabriel Martínez