Reunión de amigos. Asado y vino. Los temas de siempre: Fútbol, política y minas. Vos, estudioso de tu Vélez, tirás la pregunta al aire, por una cerveza, más reconfortante que andar sacándose prendas y ver al gordo de turno en calzones ¿?Qué futbolista español jugó en Vélez?? La combinación entre el alcohol y la ignorancia es letal, nadie contesta. Inflás el pecho sabiendo que la Stella Artois es tuya y arremetés orgulloso de tus conocimientos con la respuesta: Iván Moreno y Fabianesi. Con el envase vacío volvés a los tumbos a tu casa y agarrás la Vélez Magazine. Entonces, leyendo esta reseña, te das cuenta que la afirmación fue correcta pero incompleta. A medias, pero cagaste a tus amigos.
Iván Moreno y Fabianesi, el ?Torero? por su particular festejo de los goles, nació en Badajoz un 4 de junio de 1979. Junto con Papa y pedido por Russo arribó a Vélez para el Apertura 2006. A lo largo de su carrera el volante derecho se transformó en un nómade, un gitano del fútbol, ya que luego de debutar en Rosario Central vistió las camisetas del Villarreal, el CD Onda, el Porto, Banfield, Colón, Morelia, Estudiantes y el Grecia Skoda Xanthi. Desordenado tácticamente pero con llegada al gol, Moreno completó en Liniers 42 actuaciones con 4 tantos. El aterrizaje del Bigotón La Volpe lo fue marginando de la formación titular y finalmente las autoridades decidieron prescindir de sus servicios accediendo a la solicitud del entrenador. Lo cierto, y el tiempo juzgará, su huella fue menos desteñida que la dejada por el actual técnico de el ?Taladro?.
La Guerra Civil y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial provocaron la suspensión de la Liga Española por lo que el Barcelona decidió realizar una gira por América para mantener activa a su plantilla. La excursión arrancó en tierra azteca donde los peninsulares dejaron muy buena impresión. Concientes de los peligros a los que se sometían en caso de regresar a casa, varios de los blaugranas decidieron confinarse en el país del norte. Aconsejados por Luis García Cortina y ?El Pirata? Fuente, los ibéricos Julio Munlloch y Fernando García Ipiña armaron las valijas de madera y cuero marrón y desembarcaron en Buenos Aires para militar en las filas del Club Atlético Vélez Sarsfield.
El primero era un puntero zurdo de interesante currículum en la madre patria. Sin embargo, enmarcado en un contexto de crisis económica, deportiva e institucional, y condicionado anímicamente por el forzoso exilio, Munlloch solo firmó la planilla de titulares en 9 cotejos y gritó un gol. Su compatriota García, volante central, no fue más afortunado, disputó 17 encuentros con dos anotaciones. Ambos, junto a los mencionados mexicanos, ostentan el triste privilegio de haber sido partícipes del único descenso en nuestro siglo de vida. Don Julio retornó a México y García despuntó un tiempo su vicio futbolero, lejos del brillo de un Zubieta o un Lángara, en San Lorenzo de Almagro.
Dos oriundos de Lugo,-igual que mi abuelo materno-, dejaron bien parada a la península: Los hermanos Eduardo y Manuel de Saá. Eduardo (14pj, 1gol) fue un peligroso atacante que irrumpió en el amateurismo y no pudo mantener el nivel de producciones en los albores del profesionalismo. Manolo, en cambio, ocupa un lugar preponderante en el portal de los grandes backs centrales velezanos. Entre 1926 y 1941 De Saá intervino en 289 cotejos marcando tres goles. En su extenso periplo con la V azul en el pecho dejó la zaga vacante en la temporada de 1934 para jugar en terrenos brasileños, recibió con orgullo la convocatoria al Seleccionado Nacional Argentino en el año 35 e integró, acompañado por Alfredo Forrester, un binomio de zagueros que solo puede compararse con Trotta-Sotomayor o Huss y Allegri.
Ser extemporáneo, salvo en el caso de Moreno y Fabianesi, me exime de calificar las habilidades de los galaicos. Los números de Manuel De Saá son un importante aval de una trayectoria exitosa. De cualquier modo, en función de elegir, me quedo con dos gallegos autóctonos: Esteban González, clave con sus conquistas en el Apertura 93; y mi homónimo ?El Gallego Martínez?, hincha furioso y delegado eterno del fútbol amateur.
La semblanza de los españoles resultó sintética. Las próximas líneas me servirán para volver a América del Sur y ocuparme de los hermanos peruanos.
1-Eduardo ?Lolín? Fernández fue el menor de una familia de ocho hermanos (si hubiera sido el 7ª en vez de ?Lolín? su apodo habría sido ?Lobín?-chiste boludo que suma-) vio la luz natural,- en ese entonces no existían los 220V-, en Cañete San Vicente un 30 de abril de 1923. Hizo su primera presentación profesional en Universitario al amparo de sus reconocidos hermanos Arturo y ?Lolo? cuando solo contaba con 17 años. ?Lolín? sorprendió con su fuerza, velocidad y técnica y se metió rápidamente a los aficionados en el corazón al marcar 13 tantos en 3 cotejos consecutivos (hoy con esa cifra sería máximo scorer del Apertura o Clausura) con la particularidad que seis de ellos los convirtió en un clásico frente a Alianza Lima en 1946. Las noticias sobre la jerarquía de Fernández arribaron a Liniers la temporada siguiente y el club seducido por tamaños desempeños desembolsó la suma de $25000 para obtener la ficha del juvenil extremo izquierdo incaico (Le pedí a un contador amigo que actualizara este número y me contestó que iba a demorar tres meses. Tiene que saltear los pesos ley, los moneda nacional, los australes, los patacones y los lecop. Un verdadero quilombo.)
Fernández, inscripto en 1947, se alistó en el famoso ataque bautizado por el periodismo como ?La Maquinita? e integrado por Heisecke, Scliar, Ferraro y Bermúdez. Luego de un arranque auspicioso que incluyó conquistas a Huracán y San Lorenzo, ?Lolín? aplacó su apetito goleador, su inclusión en el equipo titular se tornó espasmódica y en tres períodos redondeó los 61 compromisos con 8 tantos. El wing legó una buena imagen pese a que no desarrolló sus atributos de la mejor manera. Regresó al terruño de Ollanta Humala en el 50, defendió los colores de Sport Boys y cerró su carrera en 1957 en el Chalaco. Falleció en el 2002. Los críticos deportivos lo han considerado uno de los mejores futbolistas peruanos de la historia.
2-Buscando un lateral izquierdo, las autoridades velezanas se interesaron en Isaac Andrade, nativo de la tierra de Cesar Vallejo y Vargas Llosa, con roce internacional con la banda roja en el pecho en la Copa América 56, quien había exhibido buenas aptitudes en Ferrocarril Oeste. ?Paco? era un marcador de punta de correcto manejo (algo característico de los peruanos) pero frágil para el quite. Con solo una anotación en 17 cotejos, Andrade se transformó junto con el arquero Sarmiento, con el aval de un Amalfitani poco propenso a largar un billete, en moneda de trueque para lograr los servicios del atorrante bohemio, Juan Carlos ?Pichino? Carone.
Nacido un 13 de Julio de 1937 el derrotero de Andrade en nuestro país lo llevó a vestir también la casaca de Quilmes convirtiéndose en el jugador peruano con más presencias en el profesionalismo argentino. En 1969 en medio de una práctica del Sport Boys, ?Paco? recibió un brutal pelotazo en el rostro con consecuencias nefastas: se quedó ciego. Futbolistas Argentinos Agremiados y su ex compañero Ubaldo Matildo Fillol organizaron un festival futbolístico en Lima para ayudarlo económicamente en tan penoso trance.
3-Con la intención de emular a Fabián Cubero puede verse en You Tube a Emilio Martín Hidalgo,-sin el glamour y el garbo del capitán de la escuadra de Gareca-, desfilando en boxer por la pasarela en compañía de su novia: La bella modelo y cantante Leslie Hawn. Bajándole la persiana a su carrera en el Cienciano, Hidalgo ha sido un marcador de punta izquierdo elegante, fino y de preciosa pegada que apareció por Villa Luro en el 01 para competir por el puesto con Federico Domínguez. En el club nunca pudo corregir sus defecciones en la marca. Al igual que sus coterráneos Andrade y Fernández, Hidalgo (29pj, 2goles) ofreció perfomances de menor relieve al esperado dadas sus innegables calidades técnicas. Su señorial porte vagó por Defensor, Sporting Cristal, Alianza Lima, Melgar, el Saturn ruso, Libertad, Gremio, Táchira y el Inter Campeón Mundial de Clubes 2006.
4-Tratando de desentrañar el interrogante sobre quien lo recomendó, la réplica entre los responsables del futbol de aquellos tiempos es siempre la misma:?Yo no fui?. Tras disputar un espantoso partido con su Selección en Rosario (La sospechada derrota 6 a 0. Abultado resultado que clasificó al equipo de Menotti para la final de la Copa del Mundo 78), Rodulfo Manzo (05/06/49) se enroló en el plantel velezano en 1979 bajo las órdenes de Antonio D¨Accorso. Su estadía en Liniers duró lo que dura una gripe rebelde: 15 días. A contrapelo de lo que se aguarda de un refuerzo, las prestaciones del moreno defensor fueron de mayor a menor siempre encuadrado en una escala negativa: Jugó mal en su debut ante Racing, jugó muy mal en un traspié(2-3) ante River en el Monumental y jugó pésimo en el marco del festival que un pibe de apellido Maradona brindó en el Amalfitani(1 a 3) encuentro del que no completó los noventa minutos ya que para ser un espectador anestesiado y atornillado al césped era más saludable para él y los simpatizantes fortineros que lo viera desde afuera. No satisfecho con sus flojos rendimientos, Manzo utilizó sus dos semanas de vacaciones en Argentina (visitó el Italpark y el Obelisco) para insinuar mediante unas declaraciones efectuadas a ?El Fortín de Vélez?, un soborno o arreglo en aquel ?raro? duelo mundialista. Parece que Rodulfo vivía dentro de un termo, un bunker quichua o era medio inconciente (por no decir pelotudo) y desconocía que una sangrienta dictadura militar gobernaba nuestro país. Una hora después de publicada la revista, alguien,-confío que de buena manera-, lo conminó a retractarse, cosa que el zaguero incaico debió hacer a través de la cadena nacional. Manzo huyó de Villa Luro montado en una moto como tres décadas antes había recorrido América el revolucionario Ernesto ?Che? Guevara. Una caterva de fanáticos velezanos lo guió hasta el paso fronterizo más cercano para cerciorarse que el cruce se hiciera efectivo y algunos, cual centinelas, permanecieron varios días en el puesto limítrofe para impedir un poco probable pero eventual reingreso. En la presurosa huida,- esto lo justifica pero no lo excusa-, se ?olvidó? en la Capital Federal a su mujer y sus 5 hijos. Según mi amigo ?Tinocho? Guitian, la señora de Manzo,-que no portaba ni jazmines en el pelo ni rosas en la cara, ni caminaba airosa tal la ?Flor de la Canela? sino que era propietaria de una anatomía similar a la de un patovica del Kory (disco ubicada en Avda Sáenz donde en ocasiones se escucha muy buena música)-, le reclamaba airadamente al Gerente de nuestra Institución la vuelta de su marido (una utopía), o un urgente aporte en divisas para sostener a sus famélicas criaturas ubicadas ya en una vivienda y una escuela de la zona. Desconozco el desenlace del culebrón y la suerte corrida por la descendiente de Tupac Amarú y su prole de infantes. Manzo transitó Sudamérica en su motocicleta munido de un casco (para que no lo reconocieran y lo putearan), gambeteó Perú y recaló en el Emelec ecuatoriano. De allí peregrinó por el fútbol venezolano y culminó su fuga en Juventud la Palma de Huacho (solo Dios sabe que es esto). Sus confesiones descolocadas en tiempo y espacio le tatuaron en la frente el humillante mote de vendido o vendepatria. Sus ultimas fotos públicas lo retratan en un campo de cultivo en Cañete o trabajando como humilde albañil en la construcción. Su perfomance en aquel cotejo mundialista y sus posteriores manifestaciones públicas lo condenaron a cargar esa pesada y cruel mochila eternamente. Cuesta descifrar como tanta pobreza de pies y cabeza pudo entreverarse con figuras descollantes de la generación dorada peruana como Chumpitaz, Cueto, Muñante, Oblitas, Sotil, Percy Rojas o el talentoso enganche Teofilo Cubillas.
Quizás lo que anduvo por las canchas criollas fue un espectro del mulato enrulado mientras Manzo reposaba sereno en Lima mofándose de todos nosotros.
Apago la PC. La crónica finaliza. Mi infancia, el apellido me delata, transcurrió despuntando púas gastadas por los alaridos en vinilo de Miguel de Molina, Angelillo o Pedrito Rico. Cansado de esos aullidos y de empanadas gallegas, me clavo una porción de ceviche con dos litros de Inca Kola, me fumo un pucho y pongo en el mini componente un CD de Caetano Veloso, donde la sofisticada voz del bahiano interpreta ?Fina Estampa? obra de la delicada y sensible compositora peruana Chabuca Granda.
El tiempo, la distancia y el antológico valsecito curan las heridas y las broncas: Te perdonamos Rodulfo Manzo.
Gabriel Martínez