Vélez cerró su participación en la Superliga con una victoria contundente por 3 a 0 ante Unión en Santa Fe. El Fortín alcanzó la tercera colocación en el torneo, en el último partido de Gabriel Heinze como entrenador del equipo.

Sorprendió el once inicial, con tres centrales naturales (De los Santos, Giannetti y Abram) y dos marcadores de punta como Guidara y Ortega, aunque sus despliegues los colocaron casi como volantes internos cuando la dinámica del juego lo imponía. Esto sumado a que Lucas Robertone fue el mediocampista más retrasado, en una posición que tampoco es muy habitual en él, con Thiago Almada acompañándolo en esa doble función de contener y ser la salida limpia desde la mitad de la cancha.

Más allá de los esquemas, el equipo nunca sufrió el partido. Y eso no tuvo que ver con que el rival no le llegara porque Unión dispuso de varias ocasiones a lo largo de los 90 minutos; pero, por falta de eficacia -una palabra tan esquiva a Vélez en la gran mayoría del torneo- o por buenas respuestas de Lucas Hoyos y la defensa, hicieron que el resultado estuviera a resguardo desde el momento mismo en que Lucas Janson abrió el marcador, tras robar una pelota en la salida del conjunto tatengue, para definir con clase ante la salida del arquero.

Dos minutos después llegó el segundo tanto, con una bomba fabricada en el botín derecho Robertone, que apenas recibió a más de 25 metros del arco, no dudó y metió el pelotazo, que describió una rara parábola en el aire y dejó sin chance la estirada de Moyano. ¡Golazo!.

La proximidad de las conquistas hizo que Unión sintiera el impacto, porque hasta ahí Vélez manejó la pelota, pero las pocas llegadas que hubo fueron repartidas. Robertone con un disparo antes del minuto de juego, Romero llegando exigido a conectar un centro o Guidara con un tiro rasante que nadie pudo conectar en el área. 

Pero los goles suelen abrir partidos y si son dos en 60 segundos también los pueden cerrar. Vélez disfrutó como pocas veces en el torneo de su contundencia y manejó los tiempos, mostró su habitual posesión y sometió a su rival, aunque en el final de la primera etapa, y especialmente en la segunda, el local insinuó rebeldía para buscar achicar el marcador, pero se encontró una y otra vez con un defensa bien parada y con las limitaciones propias de un equipo que navega en sus propias irregularidades y al que no le sobra demasiado.

La segunda mitad confirmó lo que se suponía. Unión tocado en su orgullo y ante su público salió con más ganas que fútbol a querer descontar, entonces El Fortín se replegó y en la comodidad que le imponía la circunstancia, apostó a más de una contra que dispuso, pero recién pudo concretar con una gran maniobra solitaria de Maxi Romero, que se sacó de encima a su marcador y se la llevó -sombrero mediante- ante el segundo central, eludió a Moyano y definió fuerte y cruzado. Otro gran gol en la calurosa noche santafesina para cerrar un partido y un torneo de la mejor manera, en el lote de los equipos que están en zona de Copa Libertadores y renovando las ilusiones para lo que viene.

Un cierre de torneo sólido y con autoridad, de esos que se disfrutan por el temperamento que se mostró y la contundencia exhibida, sin los brillos de otras tardes, pero confirmando que el equipo está para dar pelea, como cada uno de sus jugadores intenta demostrarlo en cancha y como cada hincha lo sueña.