Junta Histórica

30 años del Clausura 93

El 8 de junio de 1993 Vélez se coronó campeón tras 25 años atravesados por los sinsabores. La segunda estrella en el ámbito local, fue la génesis de la década de mayor éxito en la historia deportiva de la Institución.

La formación titular en aquel lluvioso y glorioso martes en La Plata.

El martes 8 de junio de 1993, por la penúltima fecha del Clausura, Vélez igualó 1 a 1 con Estudiantes en La Plata y, unas horas después(por los caprichos organizativos de la AFA), consumado el empate entre Independiente, nuestro inmediato perseguidor, y Belgrano en Avellaneda, se consagró campeón del certamen local tras veinticinco años de desencantos.

Bajo un frio impiadoso y una llovizna pertinaz y obstinada, que perduró durante los noventa minutos  pero no amilanó a la multitud velezana que, provista de cotillón azul y blanco, se acercó al viejo escenario platense y copó la popular de madera que daba espaldas al Colegio Nacional, los de Bianchi jugaron el partido como hinchas, con el corazón, y en un terreno cuasi pantanoso dejaron el alma con la única pretensión de lograr el objetivo, capturar el cetro destinado para el mejor de la Argentina.

Tras un primer tiempo sin demasiadas emociones, a los 22 minutos del complemento un penal ejecutado con la personalidad de los grandes por José Luis Chilavert (su primer gol en el país), rompió el equilibrio, y desató la locura y el nudo de nerviosismo que reinaba en el campo y en la tribuna del Fortín.

Cuando el asunto parecía liquidado y la gente que colmaba la cabecera empezaba a corear el ?Dale Campeón?, un aguafiestas llamado Claudio París vulneró a Chilavert con un inesperado bombazo, estiró el suspenso desde el atardecer hasta casi la medianoche, y obligó al pueblo fortinero a pegar los oídos a la radio para seguir palmo a palmo las alternativas del choque en Diablos y Piratas.

El final en parda en la Doble Visera descontracturó a los hinchas, a aquellos que volvían en una caravana ilusionada desde 1 y 57, y a los que se fueron directo al Amalfitani para arrancar con el demorado festejo.

Hubo que calentar los músculos, cinco lustros entumecidos en cuestiones de vueltas olímpicas. Por fin se materializaban los sueños, por fin éramos partícipes de una inmensa alegría.

El regreso de uno de los hijos pródigos del Club, Carlos Bianchi, rendía sus frutos. El Virrey administró con sabiduría el material disponible, lo potenció. Les trasmitió a sus dirigidos su espíritu ganador. Tuvo la capacidad para transformar en realidad lo que parecía una quimera. Aquella tarde fría de junio abrevó el germen de un plantel condenado al éxito, un grupo al que le sobró juego y agallas para hegemonizar durante una década el dominio en las competiciones domesticas e internacionales.

Los próceres del 68 ya no estaban solos. Otros hombres, otros apellidos se subían al pedestal de los héroes y le ofrendaban al sufrido y estoico simpatizante velezano una merecida recompensa.

Vélez consiguió la corona con 27 unidades producto de diez triunfos, siete pardas y dos reveses. Convirtió 23 tantos y recibió solo siete, siendo la valla menos vencida del certamen. Omar Asad y Esteban González fueron los artilleros del elenco de Bianchi con cinco conquistas cada uno.

Nervios de acero y pura potencia en José Luis Chilavert para ejecutar un penal decisivo.