Junta Histórica

Vélez Campeón de América 1994

Se cumplen 27 años de la obtención de la Copa Libertadores. Una hazaña concretada por un plantel inteligente timoneado por un DT de enormes condiciones humanas y profesionales. Uno de los éxitos de mayor trascendencia en la historia de nuestra Institución.

El lluvioso 8 de junio de 1993 el empate ante Estudiantes en La Plata, y la consecuente proclamación como campeón del Torneo Clausura, resultaron las plataformas de lanzamiento de un ciclo desbordante de alegrías.

Ese logro no solo significó el quiebre de 25 años de sequía de títulos, sino que ofició como clasificador para participar en la Copa Libertadores de América.

Los comandados por Bianchi iniciaron su camino en la máxima competencia sudamericana el 13 de febrero de 1994 e igualaron 1 a 1 ante Boca, en Liniers, con gol del José Oscar Flores.

Aquella noche estival será un guardacanto inolvidable para el hincha fortinero. Era la segunda vez que un equipo velezano representaba al Club en la puja de mayor importancia de esta parte del continente.

El Fortín integró un muy complicado Grupo II junto al Cruzeiro y el Palmeiras brasileños; y los mencionados xeneizes. La cátedra y habituales agoreros vaticinaban un breve recorrido del conjunto de la V azulada en la competencia. Craso error, augurio equivocado.

Tras la igualdad ante los de la Ribera el XI del Virrey empató 1 a 1 con Cruzeiro en el mítico Mineirao; se impuso por 1 a 0 ante Palmeiras en casa; derrotó a los de azul y oro de Menotti por 2 a 1 en La Bombonera (jugando buena porción del desarrollo con 10 hombres); superó por 2 a 0 al Celeste de Belo Horizonte en el Amalfitani y, ya con el pasaje a octavos asegurado como líder de la zona, “entregó” el duelo de vuelta ante el Alviverde en terreno ajeno y cayó por 4 a 1 con una alineación alternativa. Primer objetivo cumplido.

En ese tramo inicial de la competición el plantel comenzó a forjar un carácter compacto y férreo, guiado por las personalidades avasallantes de Roberto Trotta y José Luis Chilavert, y adaptado al estilo propuesto por el entrenador. Los que lo miraban de reojo en el principio empezaron a ponerle fichas y a tildarlo como uno de los candidatos a quedarse con el trofeo.

En octavos, aunque mereció la victoria, Vélez no pudo con Defensor en Montevideo y el cruce concluyó 1 a 1 (gol de Almandoz), y en la vuelta, pese a intentarlo durante todo el trámite, no consiguió doblegar el planteo amarrete rival y la puja se definió 4 a 1 a favor en tanda de penales.

En cuartos aguardaba el Minervén venezolano. Fue 0 a 0 en la tierra de Bolívar, y un cómodo 2 a 0 (Flores y Asad) en el césped cuidado por Lelo García.

Lo que en la génesis parecía una quimera iba trocando en ilusión.

Chila junto a sus fieles hinchas fortineros, en el aeropuerto de Sao Paulo a punto de volver con la gloria en nuestras manos.

La semifinal fue durísima. En el calor de Barranquilla se perdió por 2 a 1 ante un muy trabajado adversario como Junior entregando una muy buena imagen, y el 17 de agosto, en un José Amalfitani a full, los de Bianchi fueron una aplanadora que sometió a los cafeteros a una intensa presión desde el pitazo de arranque pero, entre la mala puntería y el azar adverso, tuvieron que conformarse con un miserable 2 a 1, y el boleto a la final debería dirimirse en una angustiante, dramática y electrizante serie desde los 12 pasos.

Los cuatro primeros penales por bando fueron convertidos. El Turu falló el quinto y puso a los colombianos a un tiro de la final. En ese momento emergió la gigantesca figura de José Luis Chilavert, quien detuvo el disparo y resucitó al equipo de lo que era su eliminación. El Pepe Basualdo marcó el sexto remate y, entre un dedo del coloso guaraní y el poste impidieron la conversión del primo del Pibe Valderrama (Ronald), y ese suceso desató el festejo dentro y fuera del campo de juego. Vélez era finalista de la Copa Libertadores.

Liniers y aledaños se vistieron de fiesta, y de azul y blanco, el 24 de agosto. Los conducidos por el máximo goleador de nuestra historia estaban ante una encrucijada única. No había un solo hueco en el cemento del Amalfitani, el Estadio explotaba. El Fortín fue superior y batió con indudables merecimientos al poderoso San Pablo de Telé Santana con un grito de un Omar Asad, determinante en este reto, a los 35 minutos del período inicial. Muchos consideraron que la diferencia era exigua para afrontar el desquite. En tanto el técnico, motivador y optimista por naturaleza, se mostraba satisfecho por el resultado.

Algo más de 3000 simpatizantes velezanos viajaron a San Pablo para alentar a los nuestros en el choque decisivo desarrollado una semana después. Enfrente, cien mil torcedores abarrotaban las instalaciones del Estadio Morumbí.

“Los de afuera son de palo”, sentenció en 1950 el gran Obdulio Varela en la previa al Maracanazo. En la gramilla, once guerreros, uniformados con nuestros colores, los defendieron como nunca antes y cavaron en terreno propio una trinchera infranqueable para los paulistas. Dejaron en ese templo futbolero sangre, sudor y el alma en la disputa de cada pelota. Corrieron, metieron, trabaron, nunca claudicaron y, aunque jugaron los últimos minutos en inferioridad numérica por la expulsión del Pacha Cardozo, fueron esmerilando con paciencia y oficio la confianza del bicampeón americano. La puja concluyó 1 a 0 en favor de los locales con gol de Muller de penal, pero el ida y vuelta culminó empardado y la adjudicación del logo del mejor del continente se dilucidaría en la tanda de penales.

Entonces Chila se calzó (como otras tantas veces) la vestimenta de héroe y le contuvo el primer disparo a Palinha. Trotta, el monumental paraguayo, Zandoná y Almandoz fueron implacables en sus ejecuciones.

La obtención de la Copa quedó en poder de la suerte y la pericia del pie izquierdo de Roberto Pompei. Y Tito no defraudó. Inmerso en un silencio de sepulcro, su brutal zurdazo se clavó bien arriba, envolvió al público local en una mortaja y provocó el delirio de esos tres mil enloquecidos simpatizantes que generaron un carnaval (en terruño carnavalero) en esa tribuna lateral, y al mismo tiempo recibían el eco de los festejos de los cientos de miles que siguieron las alternativas de esa proeza imborrable a través de la pantalla televisiva.

El 31 de agosto de 1994, en ámbito lejano, Vélez, al comando de uno de sus ídolos incuestionables, Carlos Bianchi, escribió su primera página de gloria en el concierto internacional, y su identidad y su grandeza institucional se tatuaban a fuego en la bibliografía del fútbol sudamericano.

Vélez se consagraba CAMPEÓN DE AMÉRICA.

Salud y gracias eternas a aquellos próceres que pusieron a nuestra institución en el pedestal futbolístico más alto del continente.


SÍNTESIS

Fecha: Final/ Partido de Vuelta 
31 de agosto de 1994
Estadio: Cicero Pompeu de Toledo “Morumbí”.
Árbitro: Ernesto Filippi (Uruguay)
 
SAN PABLO (Brasil)   1 (3)

Zetti; Junior Baiano, Valber, Gilmar, Vítor (76´Juninho); André, Axel, Cafú, Palinha; Euller, Müller.
Suplentes: Rogerio, Nem, Doriva, Caio.
DT: Telé Santana
 
VÉLEZ SÁRSFIELD   0 (5)

José Luis Chilavert; Flavio Zandoná, Héctor Almandoz, Roberto Trotta, Mauricio Pellegrino, Raúl Cardozo; José Basualdo (54´Roberto Pompei), Marcelo Gómez, Christian Bassedas; Omar Asad, José Flores (65´Claudio Husaín).
Suplentes: Docabo, Camps, Fernández.
DT: Carlos Bianchi

GolesPT: 33´Müller (penal)
ExpulsadosST: 38´Raúl Cardozo
 
DEFINICIÓN POR PENALES:

San Pablo: André, Müller, Euller, Palinha (atajado).
Vélez: Roberto Trotta, José Luis Chilavert, Flavio Zandoná, Héctor Almandoz, Roberto Pompei.

Ídolos para toda la vida. Así serán recordados los héroes de aquella histórica conquista gestada un 31 de agosto de 1994.