El domingo 29 de junio de 1986, Argentina venció 3 a 2 a Alemania en el Estadio Azteca y conquistó por segunda vez el Campeonato Mundial.
El 13 de julio del mismo año, post festejos, la cuna de los campeones vivió la reanudación del fútbol doméstico, con el pistoletazo de largada de la temporada 86/87. Velez navegó aquel torneo sumido en la intrascendencia pero asumió un rol estelar en el acontecimiento de mayor relevancia en la historia religiosa de los argentinos: La visita al país de Su Santidad Juan Pablo II.
Karol Wojtyla nació en Wadowice, Polonia, el 18 de mayo de 1920. Fue ordenado sacerdote en su terruño natal en 1946, comandó con honra el arzobispado de Cracovia desde 1962 y su proclamación cardenalicia se efectivizó en 1967.
El 16 de octubre de 1978 emergió la Fumata Bianca de la chimenea de la Capilla Sixtina, se oyó tronar en la voz del protodíacono la expresión “Habemus Papam” y el oriundo de Wadowice fue investido como máxima autoridad de la Iglesia Católica adoptando el nombre de Juan Pablo II en homenaje a su predecesor, Juan Pablo I, fallecido apenas 33 días después de su asunción pontifical.
Juan Pablo II se transformó en el primer Papa no italiano desde 1523. Su reinado se prolongó durante 27 años y es el tercero más extenso de la historia. Dueño de un particular carisma y un envidiable poder de seducción, el guía de los católicos se convirtió en uno de los líderes de mayor influencia en el siglo XX. Su larga gestión se caracterizó, y se distinguió de las de sus antecesores, por el enorme proceso evangelizador que cargó sobre sus hombros. Pese a que el 13 de mayo de 1981, el turco Alí Agca atentó contra su vida con un disparo en el abdomen en la Plaza de San Pedro -incidente que le provocó un visible deterioro físico- el Vicario de Cristo no morigeró su apetito viajero, reventó con sellos varios pasaportes y su dinámica alma peregrina desparramó el mensaje litúrgico por 129 países.
El sucesor de Pedro entabló una estrecha relación con Argentina a partir de 1978. En vísperas de navidad envió como representante personal al Cardenal Antonio Samoré, para mediar, finalmente con éxito, en el conflicto limítrofe por el Canal de Beagle que involucró a nuestro país y a Chile. El portador de la antorcha del cristianismo reafirmó el vínculo con los argentinos con dos excursiones que lo depositaron en suelo patrio: La primera desarrollada entre el 11 y 12 de junio de 1982, sobre el triste epílogo de la Guerra de Malvinas. La segunda, más prolongada, entre el 6 y el 12 de abril de 1987.
Su espíritu turístico lo llevó a recorrer en esta, a la postre última gira por el territorio nacional… ¡Diez ciudades! Buenos Aires, Bahía Blanca, Viedma, Mendoza, Córdoba, Tucumán, Corrientes, Paraná, Rosario y Salta. El 6 de abril -fecha de inicio de su romería por estos pagos- los encargados de la logística del tour, reunidos junto al Sumo Pontífice en la Nunciatura Apostólica, desplegaron sobre un enorme escritorio un mapa sábana de la Guía Filcar y lo invitaron a elegir el templo donde celebraría la misa dedicada a las personas consagradas y a los agentes de la pastoral. El Párroco polaco achinó sus ojos, y sin dudar un segundo, clavó la uña de su dedo índice derecho sobre la finca ubicada en Juan B.Justo 9200 ¡Si, el José Amalfitani!
El viernes 10 de abril, montado en un descapotable, Su Santidad abandonó la Curia porteña y se cansó de agitar las manos saludando a los cientos de miles y miles de ciudadanos que abarrotaron las calles para aclamar y vitorear su paso. La cobertura del trayecto entre la Curia y Liniers (18km), demandó tres horas y cuarenta cinco minutos. Completado el agobiante recorrido, el Papa arribó al Amalfitani, lo deslumbró el paisaje, y sonrió feliz.
El Arquitecto Antonio Pérez, Presidente de Vélez le dio la protocolar bienvenida en la puerta del Club. Devastado por la odisea, el Pontífice cambió su transpirado atuendo y se empilchó con una renovada e inmaculada sotana blanca equipada con la tradicional casulla.
Presuroso, luego de las venias de rigor, Juan Pablo enfiló hacia el terreno de juego y pisó el verde césped como suele hacerlo el capitán de un equipo de fútbol. Ingresó con el pie derecho adelantado, se persignó y besó con dulzura Tierra Santa (la gramilla cuidada por Lelo García).
Parado sobre el púlpito del enorme altar armado por los organizadores, el orientador de mil doscientos millones de fieles-más cómodo que en la residencia veraniega de Castel Gandolfo -ofició el servicio religioso para una multitud estimada en 55 mil asistentes, entre la que estaban presentes 2000 sacerdotes, 1700 seminaristas, 3000 religiosas y 400 monjas de clausura.
Enmarcado en el texto de su homilía, Su Santidad expresó: “Pido a Dios que Argentina camine en la luz de Cristo”. Concluida la celebración eucarística el Papa polaco bendijo a los feligreses y a las instalaciones del imponente Santuario Velezano, agradeció a Cristo por los deseos cumplidos, reiteró los requerimientos habituales (paz, amor, salud etc.), y se retiró de la mole de hormigón velezana envuelto en una ola de amor de la congregación cristiana.
Juan Pablo II cerró su gira por la Argentina el 12 de abril, en la Avda 9 de Julio, ante un millón de personas. Fue la primera vez, en la era moderna del Papado, que Su Santidad no celebraba el domingo de Ramos en Roma. A las 19.30 hs pronunció su discurso de despedida en Ezeiza y emprendió el regreso a la Santa Sede.
Falleció, en ejercicio de sus funciones, el 2 de abril del 2005.
