Nacido en la Capital Federal el 28 de octubre de 1956, pero criado desde muy pequeño en Isidro Casanova, Carlos Luis Ischia arribó a Vélez, procedente de Chacarita Juniors, a cambio de una cifra record para esa época: 200 mil dólares.
Su presentación oficial con la V azulada en el pecho fue el 5 de marzo de 1979 – su estreno en Primera División con los colores funebreros se produjo en 1975 - en un empate frente a Racing en Liniers por la fecha inaugural del Metropolitano. Ese año, 1979, quedaría en la memoria de los simpatizantes fortineros por la formidable campaña del conjunto velezano -subcampeonato en el Metropolitano, cuartos de final en el Nacional y clasificación para la Copa Libertadores- y por el nivel extraordinario, tal vez el mejor de su brillante carrera, que exhibió Ischia, y especialmente por aquella dupla excelsa que conformó junto al uruguayo Julio César Jiménez en el mediocampo ofensivo del Fortín.
Esa temporada los tantos que marcó fueron para todos los gustos: de jugada, de penal, de tiro libre y hasta convirtió dos goles olímpicos. Ese poder de fuego lo llevó a terminar, en el Nacional, a solo 2 conquistas del máximo artillero, Diego Maradona.
El cartel electronico del Amalfitani iluminaba intermitentemente, en aquella etapa, con las letras gigantes de su apellido: “ISCHIA”; y el reconocido periodista Hugo Gambini, fanático velezano, lo bautizó “ISCHIARONA”, en el histórico ciclo televisivo “Polemica en el fútbol”.
En 1980 formó parte del plantel que, con grandes actuaciones, llegó a la instancia semifinal de la Libertadores en la primera presentación de Vélez en una competencia internacional, y fue citado para la Selección Nacional, con la cual jugó dos partidos en una gira por Europa: 1-3 ante Inglaterra y goleada 5-1 a Austria, cruce éste en el que una impactante e interminable apilada suya por izquierda terminó con Maradona empujando la pelota al gol y agradeciéndole la asistencia.
Volante de una capacidad extraordinaria, panorama y pegada fuera de lo común, armador de juego, calidad superlativa no exenta de espíritu de sacrificio para recuperar el balón, podía ocupar cualquier puesto del medicampo sin que decayera su rendimiento, lo que lo hacía firme candidato para jugar el Mundial 1982 representando nuestro país, pero una serie de lesiones lo relegaron y le impidieron concretar su sueño mundialista.
A comienzos de 1984 fue transferido al Junior de Barranquilla, club en el que desplegó producciones destacadas, razones por las que fue adquirido por el América de Cali, donde fue compañero, entre otros, de Julio César Falcioni y Ricardo Gareca, obtuvo el histórico pentacampeonato colombiano –le marcó un gol al Deportivo Cali en el partido decisivo- y llegó a la final de la Libertadores.
De regreso al Junior, los inconvenientes físicos volvieron a complicarlo y con los ligamentos ya muy comprometidos decidió volver a la Argentina. Vélez lo recibió nuevamente en 1989. El ex enrulado volante, ya sin rulos, exhibió destellos de su innegable jerarquía, aunque su físico maltrecho no le permitió lucir su nivel de antaño. El partido con el que cerró su trayectoria fortinera -229 presentaciones, 219 locales y 10 en Copa Libertadores, con 28 goles anotados- lo jugó el 20 de mayo de 1990 en Liniers, fue triunfo sobre Estudiantes de La Plata por 2 a 0.
Finalmente, en la temporada 1990-1991, decidió decirle adiós a su faceta de futbolista en el equipo en el cual había dado sus primeros pasos: Chacarita Juniors.

Comenzaría luego su etapa como entrenador, en la que formó parte del ciclo más glorioso de la historia velezana, entre 1993 y 1996, como ayudante de campo de Carlos Bianchi, a quien acompañó luego en sus experiencias en la Roma de Italia y Boca Juniors.
La oportunidad de dirigir al Fortín le llegó en 2002. Permaneció en el cargo hasta 2004 con un aceptable desempeño, fundamentalmente en el Clausura 2003, certamen que Vélez peleó hasta el final y en el que terminó tercero, con un plantel muy juvenil en el que comenzaban a aparecer varios de los jugadores que serían campeones en el Torneo Clausura 2005.
Carlitos Ischia prosiguió su carrera como director técnico en diversos clubes de la Argentina –Gimnasia y Esgrima La Plata, Rosario Central, Racing y Boca- y del exterior; Junior de Colombia, Atlas de México, Deportivo Quito, Aucas, Barcelona de Ecuador y The Strongest de Bolivia.
Sin embargo siempre encuentra un tiempo para regresar a Liniers y ocupar su lugar en la Platea Sur de nuestro estadio, para alentar al club que tanto quiere, y que hace cuarenta años lo recibió y lo transformó en un ídolo indiscutible.
