A sus 20 años, el volante surgido de La Fábrica cumplió el sueño de vestir en Primera la camiseta del Fortín. Marcos Enrique ingresó en el final del encuentro ante Deportivo Cali y si bien prácticamente no tocó el balón, el de ayer pasó a ser un día inolvidable en su vida.
Aquella recordada imagen de su rostro tenso, implorando que sea gol de Thiago Almada en Ecuador, se viralizó en redes sociales. Era la postal de un pibe rezando en una situación definitoria dentro del fútbol. Así irrumpió en el mundo fortinero Marcos Enrique, quien recién anoche pudo darse el gusto de concretar su estreno en la máxima categoría.
Nació el 30 de diciembre de 1999 y llegó a Vélez en 2013 para jugar en Novena División. Atrás habían quedado los lindos años en la santafesina ciudad de Franck, lugar natal del Cabezón. Después de representar los colores de Atlético y de Santa Fe Fútbol Club, el equipo que lideraba Sebastián Pait como captador de jugadores, lo descubrió a Marcos para ficharlo en El Fortín. Una valija repleta de ropa y sueños viajó a Buenos Aires para instalarse en la Pensión debajo de la Platea Sur. Nada volvería a ser como antes en la vida del pibe forjado como volante central.
Quien porta el 26 en su dorsal, es el tercer juvenil (junto a Florián Monzón y Facundo Cáseres) que debuta de la mano de Mauricio Pellegrino. Cifra que se extiende a 75 canteranos que tuvieron su bautismo, con la V en el pecho, en los últimos en los últimos 11 años. Un número impresionante dentro del fútbol argentino.
De rezar ante Aucas,a salir a dar todo frente a Deportivo Cali. Nuevamente fue protagonista en los instantes finales de un dramático encuentro para sustituir a Federico Mancuello a los 56 minutos con el partido 2-0. Otra postal que Enrique colecciona en su vida, pero ahora es la primera de varias en cancha que desea seguir sumando a su álbum de momentos inolvidables.
Bienvenido a la Primera de Vélez Sarsfield, Marcos.