La lluvia que tantas veces lo acompañó en sus proezas, le demoró la despedida. Aquel fin de semana tormentoso de noviembre postergó un día el partido pautado en principio para el domingo 14. El lunes ya fue otra cosa porque el cielo se llenó de estrellas sudamericanas, propias y ajenas, y ÉL en el centro de la escena. José Luis Chilavert le regaló al hincha fortinero una imagen imborrable: el retiro del futbolista más influyente en su historia sería la prueba contundente de que todo lo vivido de la mano del ídolo paraguayo, no fue un sueño por más que se construyó perfecto, como en los mejores deseos y proyecciones que parecían imposibles hasta su arribo.
A sus 39 años, Chila le ponía punto final a una carrera plagada de 13 títulos, ¡62 goles!, récords por doquier y atajadas fenomenales que le valieron ser tres veces (1995, 1997 y 1998) el Mejor Arquero del Mundo de acuerdo a los registros de la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol (IFFHS). El hombre que reinventó los límites de un guardameta, se despedía ante su gente y en la "Casa Blanca, mi casa" como tantas veces dijo que Vélez Sarsfield era en su vida.
La voz del recordado Adrián Otero y la Murga Fortineros de Corazón con el inolvidable Obi entre sus filas, le dieron el marco musical a la noche. Las tertulias entre los futbolistas comenzaron en los vestidores y siguieron luego en la cena pautada en el Hotel Intercontinetal.
De a poco, pasadas las 20hs, los equipos se desplegaron en el campo aguardando la llegada del Guerrero. Su ingreso al recinto que lo vitoreaba tuvo de fondo el "Chilavert, Chilavert, Chilavert", que tantas veces sonó estruendosamente en el Amalfitani. En silencio, respirando profundo, el revolucionario del arco desandó por última vez el tramo que une el vestuario con el field. Y envuelto en una bandera mitad argentina mitad paraguaya, hizo su presentación. Esa jornada confirmó (cómo si hiciera falta...) que a José Luis lo querían todos, incluso los rivales que lo sufrieron en carne y hueso.
El partido homenaje fue una anécdota para observar al ídolo ante su fieles. Pero resultó muy lindo volver a ver a los notables que regaron de gloria las vitrinas del Fortín. Aquel Vélez formó con el "Más Grande" en el arco; Flavio Zandoná, Fabricio Fuentes, Héctor Almandoz y Raúl Cardozo; José Basualdo, Marcelo Gómez, Christian Bassedas y Roberto Pompei; José Flores y Omar Asad. También ingresaron Maxi Pellegrino y Rolando Zárate, quienes por aquel entonces junto a Fuentes, eran los representantes del primer equipo versión 2004. Por supuesto, todos dirigidos por Carlos Bianchi.
Del lado de las "otras" estrellas, Enzo Francescoli, Iván Zamorano, René Higuita, Carlos Valderrama, Alex Aguinaga, Celso Ayala, Marco Antonio Etcheverry, Néstor Gorosito, Leonardo Astrada, Walter Perazzo, Claudio Morel Rodríguez, José Herrera, Fernando Moner y Oscar Passet; bajo la conducción táctica de Carlos Bilardo.
El partido terminó 2-1 a favor del Fortín. El chileno Zamorano adelantó al rival, el propio anfitrión y homenajeado, entre risas y emoción de todo el estadio, señaló el empate desde el punto penal y Bassedas decretó cifras.
El dueño de las proezas infinitas, tuvo su última función rodeado de cariño para despedirse de fanáticos y pares en el marco de una noche única. Distinta pero a su vez muy especial respecto a las 347 oportunidades en las que defendió la valla de su Fortín. Ganó cuatro titulos locales y cinco internacionales, entre ellos la Copa Libertadores y la Intercontinental. Todo eso y mucho más fue José Luis Félix Chilavert en Vélez, el hombre que a partir de su llegada en 1992, cambió el paradigma de lo imaginado.
A 16 años de su last dance, la leyenda continúa vigente porque nunca habrá nadie mejor que ÉL.
Dos Grandes. Chila y Bianchi en el marco de una noche soñada.