Resistir hasta encontrar lo que tanto se busca. Una vez más sobre la hora por tercera vez consecutiva, Vélez encontró la agónica victoria. Esas que tanto se disfrutan y mucho más en casa, donde el Estadio José Amalfitani desbordó de felicidad. Sufriendo como viene siendo desde hace un un tiempo a esta parte, pero bien vale la pena sufrir si el triunfo te está esperando.

Los dirigidos por Gustavo Quinteros tuvieron que trabajar y mucho para doblegar a Huracán. Luego de 30 minutos sin peligro en las áreas porque ambos equipos se hicieron fuertes en defensa, El Fortín comenzó a insistir por los aires y de a poco obtuvo sus chances, dado que al ras de suelo los caminos estaban cerrados.

Antes de finalizar la primera etapa, Rodrigo Piñeiro tuvo dos veces el gol: primero de cabeza y tras el rebote con el pie, en sendas oportunidades Lucas Carrizo amortiguó los intentos parado prácticamente en la línea. También Leo Jara buscó con la "testa" y Hernán Galindez de un manotazo envió la pelota al córner. 

Si bien desde el juego Vélez comenzaba a doblegar a Huracán, debió lidiar con el arbitraje de Andres Merlos y su asistentes, incluso los del VAR, quienes jamás alertaron de un codazo de Carrizo sobre Brian Romero. Además, el árbitro, perdonó de apercibir con tarjeta amarilla distintas faltas del rival. Bajo polémicas llegó el entretiempo.

Cronómetro en cero para la segunda mitad y saltó a la cancha Lenny Lobato para suplir a Piñeiro. Vélez insistió por afuera y volvió a hacerse dueño de la pelota en campo rival. Huracán, cada vez más cerrado, se hacía fuerte en la última línea e incluso en un minuto tuvo sus chances de peligro que desbarató muy bien Tomás Marchiori, quien entró poco en juego pero siempre ofreció solvencia.

Con el correr de los minutos, el ingreso de Agustín Bouzat le dio orden al medio campo y mayor dinámica al ataque. Francisco Pizzini, de muy buen partido, y Christian Ordóñez desprendido de la zona media, pusieron en aprietos al Globo, de igual forma un encendido Thiago Fernández que suplió muy bien a Claudio Aquino.

El Fortín tenía todo para ganarlo y era cuestión de acertar en los últimos metros. Para conseguirlo, Quinteros mandó a la cancha al debutante Álvaro Montoro, de tan solo 16 años y un talento enorme. Le bastó controlar con derecha adentro del área un tiro libre de Elías Gómez, y levantar de inmediato con zurda en pos de sumar su primera asistencia en el fútbol grande: la aparición goleadora de Emanuel Mammana, solo por el segundo palo, certificó el pase de Alvarito al cabecear y vencer a Galíndez. Otra vez sobre el epílogo, desahogo y euforia total.

Después de tres años, Vélez volvió a ganar tres partidos consecutivos por competencia local. Una larga racha que costó cortar, pero que sirve como premio para un equipo que de a poco va encontrando no solo un estilo de juego, sino también su convicción de no dar por perdido lo que tanto termina buscando.