Algún día se va a romper esa racha. Esos 19 años sin ganar una definición por penales. Las rachas están para eso. Para romperlas. Pero te queda esa sensación que esta vez, los penales, eran totalmente evitables. De hecho, fue Vélez que se metió solito en la definición desde los doce pasos, justo cuando había conseguido la ventaja y el reloj te invitaba a cuidar la pelota y dejar que se vaya ese puñado de minutos que separaban el gol de Pavone a la clasificación a los octavos de final de la Copa Argentina.

Vélez jugaba sus chances en el debut de la temporada, justo tras casi tres meses del último encuentro oficial, con un encuentro a todo o nada. Con todo el trabajo de una pretemporada extensa sobre el lomo y con los refuerzos que fueron llegando gradualmente para reforzar al equipo, alimentando la idea táctica y futbolística del entrenador. Un estreno que significaba mucho, donde siempre el equipo de primera tiene todas las de perder y sobre todo, cuando tenés la necesidad de arrancar la historia feliz y seguir en la lucha de lo que pretende en un futuro no muy lejano.

Con Hernán Barcos en la platea, el Fortín saltó al campo de juego con sus estrenos (Robertone, Díaz, Caire y Canteros) y el dibujo 4-3-3 que tanto laburó Bassedas. Por delante, Juventud Unida de Gualeguaychú con sus credenciales de Nacional B, con jugadores de experiencia y un hambre terrible de seguir con vida en la Copa.

En los primeros minutos, el conjunto fortinero mostró voracidad y vorágine para ir en busca de arco de De León. Cortaba rápido y desbordaba por izquierda con un picante Gonzalo Díaz, doblado en el ataque por Caire que pasaba todos los tiros. También se asociaban Canteros en la pausa y Robertone, que cuando jugaron a un toque en la triangulación generaron situaciones. Pero cada una de esas aproximaciones no pudieron encontrar a Pavone. La más clara para Vélez en el primer tiempo la tuvo Gonzalo Díaz que abrió su pie zurdo en una contra y buscó el palo más lejano de De León; justo después de que Nasuti había salvado en la línea un cabezazo de Velázquez. Los de Bassedas tuvieron situaciones y en pasajes del encuentro la pelota pero se enredaba en el área y le faltó timming para definir.

En el complemento, todas las buenas intenciones que había mostrado Vélez en el inicio, se fueron desvaneciendo. Al equipo le costó encontrar juego y también poder manejar los tiempos del encuentro. Si bien, el equipo de Entre Ríos pateó tres veces en el segundo tiempo (contando la jugada de gol), le propuso una lucha en la mitad del terreno de juego a la cual Vélez se plegó y terminó perdiendo en su idea de dominar las acciones. 

Mientras Acosta metía en cancha experiencia como por ejemplo el ingreso de Rayo Menseguez; Bassedas apostaba por la verticalidad de Alvarenga, Correa y el Tigre Romero para ir a ganar el partido. Tras lucharla mucho, llegó la contra en una jugada con polémica (involuntario manotazo de Cubero) con una centro perfecto de Correa desde la izquierda para Romero que solo en el área cabeceó y entre De León y el travesaño le ahogaron el grito que  finalmente pegó Pavone que ese rebote lo corrijió de cabeza a tan solo ocho del final. Se desahogaba Vélez, pero terminó pagando su desatención en el momento que más debía aguantarlo. Más, porque Juventud Unida se había descontrolado tras el gol de Vélez y se reiteraba en las quejas para con el árbitro Paletta y buscaban provocar a los jugadores del Fortín (como Marchesini a Somoza). Pero en esa pelota quieta que mandó Barrado, la desatención en la jugada clave en la faz defensiva lo dejó solo al central Villalba que de espaldas y con el hombro, igualó el encuentro y llevó el encuentro a los penales.

La historia de la definición entra en el terreno de los penales y allí hay poco análisis. Lo cierto es que este encuentro, más allá de ser el primero de la temporada, encendió la alarma de no repetir desconcentraciones en el fondo que Vélez, a diferencia de muchos clubes, las paga caro. Algún día será cuestión de sacarse ese karma de los penales.