Los libros que guardan líneas y más líneas de la historia de la Copa Libertadores de América, guardan frases que ya son lemas para la competencia más añeja e importante del continente. De todas éstas frases, hay una que es ley en el certamen y a la que Vélez esta tarde en Guadalajara le dio más sentido.

"Los partidos de Copa no se juegan, se ganan". Así de sencillo. Así de contundente. De una contundencia que tuvo mucho el encuentro que terminó ganando Vélez. A un Vélez que le alcanzaba el empate para cumplir el primer objetivo de verse en los octavos de final de la competencia. Un Vélez que no se conforma con poco y que siempre quiere ir en busca de más. Por eso, se fue con una victoria por 2 a 0 que le pone un marco inmejorable a sus expectativas de cara a lo que vendrá.

Porque sin apartarse de la mencionada frase, Vélez ganó como lo proponía el encuentro; o por lo menos lo que lo permitía el campo de juego en el que le costó hacer pie tanto como al dueño de casa. Sin embargo, no fue ni será excusa algo externo que no tenga que ver directamente con los 11 que entran en el campo de juego y del flaco alto y rubio que lo dirige desde la banda. Nada suena a excusa cuando Vélez habla con claridad con el balón. Ya lo había anticipado en Ezeiza, Augusto Fernández sabiendo que si Vélez hace su parte, el camino se abre a su andar. Porque en el juego, por lo menos en la primera etapa, fue poco lo que mostró, siempre con sus circuitos y generadores inconexos y volando bajo. Poco pudo generar el medio campo superpoblado de buen pie con Augusto, Tito Canteros, Víctor Zapata y Ariel Cabral. Fue más la intención del Burrito Martínez que lo que pudo desequilibrar; fue más la lucha que el juego en Mauro Iván Óbolo. Después, sostenerse en los del fondo y en la seguridad de Barovero.

De todas formas, el rival poco lo inquietó en el mano a mano, en el ir en busca de la victoria. Será que las Chivas de Ambriz aún seguían con el duro impacto de haberse quedado en el camino tras el clásico del fin de semana ante el América, que el encuentro ante Vélez era una prolongación de la pesadilla. El buen pie de sus jugadores tropezaba con la inclemencia de la hierba sintética y la firmeza del conjunto de Gareca.

En el complemento, Vélez fue el que más se animó y comenzó a adelantar las líneas buscando el hueco por donde filtrarse en un fondo tan dispar como la volatilidad de las líneas del Rebaño Sagrado. Y el premio llegó cuando pudo hilvanar la primera seria. Porque Augusto y Cubero jugaron al ras del suelo por la banda y se conectaron en el toque para que el volante con la ocho en la espalda toque timbre en el área, se invite a pasar, acomode su derecha y la clave al ángulo haciendo inútil la estirada de Hernández. Brazos al cielo para Fernández que le daba a Vélez la confirmación del boleto a Octavos de Final de la Libertadores. Un premio para quien siempre se anima y que con la camiseta de Vélez se acostumbró a marcar goles.

Desde allí, Vélez hizo lo que quiso con Chivas. Lo maniató, le dio la pelota para jugar con su desesperación y hasta se dio el gusto de darle otra bofetada en la cara. Porque a minutos de haber ingresado Lucas Pratto y a uno del final, se mandó tremenda corrida para también aceptar la invitación de meterse al área de Hernández y rematar cruzado abajo para delirar con las almas velezanas en la tarde del Omnilife. Pratto hacía el check in para octavos, al mismo tiempo que le firmaba el acta de defunción al conjunto mexicano. Vélez ganaba 2 a 0. Si Ganaba, no jugaba. Porque en la Copa, usted lo sabe... los partidos se ganan.

La revancha de tantas veces de morder el polvo atragantando la derrota bañada de eliminación tuvo su plato fuerte. En el fútbol también se dice que todo vuelve, y esta vez el que rió último fue Vélez. Bienvenidos los octavos de final. Bienvenido Vélez a un escalón más de prestigio fuera de casa.

Twitter: @martineta16