Montevideo, Jueves 26 de Mayo de 2011.

(Prensa Vélez Sarsfield  - Estadio Centenario).

Se jugó como una final. Por lo menos el marco así lo asemejaba este encuentro de Semifinales. En la previa, en la salida, en cada rincón de la noche montevideana. Hasta el mítico estadio Centenario había llegado la ilusión de este Vélez Sarsfield de sueños grandes en este año 2011. Y ahí no se detuvo por más que se haya ido derrotado. Porque Vélez pudo haber perdido por la mínima el encuentro de ida, pero sin dudas que dejó una marca muy importante por juego para lo que será la vuelta. Una vuelta que lo espera en casa, con el calor de su gente y con la esperanza intacta.

Porque una vez más, el Fortín tuvo que reponerse desde el vamos a los imponderables que lo acosan. Porque tuvo que salir al campo de juego sin su jugador más peligroso y desequilibrante. El trajín y esta doble competencia hermosa pero comprometedora, hicieron que Maximiliano Moralez sea preservado antes que exigido. Entonces allí, el esquema comenzó a parecerse más al que visitó a Libertad en el Defensores del Chaco que el que recibió a Gimnasia en el Amalfitani. Ricky Álvarez se hizo presente desde entrada para un Vélez que comenzó desde el minuto cero a marcar presencia en el terreno de juego, saliendo del túnel aún sin que el árbitro Carlos Amarilla haga lo propio.

Las más de cuatro mil almas velezanas que cruzaron el charco y la noche vecina para ofrendar una vez más su aliento le dieron el marco exacto a la porción de estadio que se pintó de azul y blanco; para acompañar a estos verdaderos guerreros que nos llevan de la mano por un camino hermoso y que no quiere terminar antes de tiempo. Ahí estaban ellos también para darle batalla a los más de sesenta mil carboneros que con pirotecnia en mano, le daban la bienvenida a los suyos. El clima era ideal para una noche de Copa Libertadores. El perfume a guerras de antaño también le daban un marco exacto a la cita.

De entrada la presión local hizo su parte. En un doble intento a la salida de un córner desde afuera, Matías Mier lo obligaba a Marcelo Barovero a volar y despejar un balón que buscaba red. Rápido, el Fortín entendió que debía hacer pie y cuidar la pelota para no pasar sobresaltos y no sufrir cerca de su portería. Entonces Zapata comenzó a tallar y Ricky Álvarez siempre fue la salida por el sector izquierdo, al punto de buscarlo a Alejandro González y robarle la primera amarilla del encuentro en el primer cuarto de hora. Por ahí tenía el negocio Vélez que iba también con el Burrito Martínez. El siete bravo del Fortín fue quien tuvo una de las más claras buscando con el pie abierto y de zurda sorprender a Sebastián Sosa quien voló para tapar el remate. De ahí, el conjunto de Gareca lo controló sin sobresaltos y tuvo un par de ocasiones para quebrar el cero. Pero justo cuando moría el primer tiempo y el ensordecedor silencio de las miles de almas locales se volvían insoportable; en la salida de un córner apareció la cabeza el eterno Darío Rodríguez para hacer estallar el Centenario y ponerle injusticia al marcador. Peñarol se iba al descanso con una ventaja por la cual había hecho poco, pero que disfrutaba sin dudas.

Para el complemento se comenzaron a evidenciar los roles. Porque Vélez salió a pararse más arriba en cancha; y el local, comenzó a ceder metros en el terreno y la posesión del balón. Al punto tal de esta afirmación, que el Fortín terminó jugando de igual a igual y casi sin pasar sobresaltos, ante un equipo que cada vez se aferraba más a esa diferencia mínima que lo hacía deleitarse. De punta para arriba fueron sacando una a una desde el fondo aurinegro, con la bandera de Guillermo Rodríguez que en el duelo personal con Santiago Silva se retiró victorioso. El público manya festejaba a rabiar cada vez que sus jugadores despejaban una pelota, sin importarles que el arco de Barovero le quedaba cada vez más lejos.

Vélez tuvo una para igualarlo, pero a instancia del línea, Amarilla anuló cuando el Burrito salía corriendo a celebrar lo que era el gol más que de oro ante una mano que fue casual. Después Vélez se diluyó en intentos, sin Martínez ni Silva, pero con Franco y Ramírez.

Bien por toda la línea defensiva que sostuvo los hilos de un equipo que buscaba sorprender fuera de casa pero que como hace tiempo no le pasaba, en el arco de enfrente no pudo marcar la diferencia. Domínguez y Ortíz los baluartes, Cubero la experiencia y Papa siempre la humildad de salir con la pelota al piso y en la marca justa. Zapata también mostró su espíritu, como Razzotti también lo suyo. En definitiva, Vélez terminó más entero en cancha que el rival que se iba victorioso; y no solo se mostró mejor en la ida, también dejó el mensaje claro para la vuelta, en casa.

A no desmoralizarse. Nada de eso. Vélez viene de jugar una final en el Clausura y tras esta de Copa, buscará otra final en Victoria. Mientras, el conjunto de Diego Aguirre se guardará como hace una semana para esperar el viaje a Buenos Aires, sin importarle que pierdan terreno en el campeonato uruguayo. Vélez sigue por todo y no renuncia.

Con el alma al rojo vivo dentro del campo de juego en sus jugadores; con el corazón sagrado de sus hinchas fuera en las tribunas. Como esta noche, eterna y esperanzadora, más allá de la derrota. Nos vemos en la vuelta (en todo el sentido de la palabra).

Carlos Alberto Martino

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