Dolor inconmensurable en el mundo fortinero. El fallecimiento de Daniel Willingtinon es lisa y llanamente la partida al cielo de un fenómeno irrepetible: El futbolista mejor dotado técnicamente de nuestra historia. Un crack que trascendió generaciones. Un mito real, sin exageraciones ni misterio. El primer ídolo de nuestros padres o abuelos.

Parte fundamental de la trayectoria futbolística de Vélez, el famoso cordobés, nacido en Santa Fe el 1º de septiembre de 1942, llegó al Fortín a sus 20 años desde Talleres de Córdoba, donde descollaba por su brillantes actuaciones, como uno de los refuerzos para afrontar la temporada.

Se presentó con la V en el pecho el 25 de marzo de 1962, en un partido encuadrado por la 1ª fecha del certamen, en cancha de Huracán.

Un total de 211 partidos jugados y 68 tantos marcados en Vélez, permitieron verlo sobresalir con sus magistrales producciones en la obtención del primer título de Primera División, el Nacional 68. En 1971 abdicó al trono en Liniers-aunque no dejó la corona- y se subió definitivamente al podio de los próceres, de los indiscutidos.

De porte esbelto, glamoroso para el juego, el Daniel era el número diez clásico, el enganche, el creativo. Era dueño de un patrimonio genético que incluía una batería de atributos envidiable: gol, panorama, una gambeta lujosa y pragmática, guapeza, una precisión quirúrgica para la asistencia y el pase corto y largo, y una pegada extraordinaria.

Completaba todas estas cualidades con un perfil humano en el cual resaltaban su tonada cordobesa, su carisma, su indolencia (un rango característico de los talentosos), su bohemia y su espíritu cultor de amistades.

De aquel talentoso número 10 que hizo jugar y brillar al Campeón del Nacional 1968, a ese hombre que 50 años después vivió a pura emoción el descubrimiento de su Estatua: el 14 de diciembre de 2018, para completar la trilogía de ídolos (junto a Carlos Bianchi y José Luis Chilavert) con una frondoza escultura luciendo en el Hall Central.

Daniel Willington, el ilusionista que mejor mimó la pelota, el que mejor la trató en nuestra historia, el que sedujo a propios y extraños con su genio y su carisma, este lunes 3 de noviembre pasó a la inmortalidad, sin embargo su leyenda ya había vencido al tiempo: Su lugar entre los máximos ídolos de Vélez fue, es y será eterno.

Desde la Institución enviamos las más sentidas condolencias a familiares y amigos del querido Daniel.